EL HOMBRE IRREVERENTE
Por franciscomiralles
Enviado el 24/01/2017, clasificado en Cuentos
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Mi amigo Jeremías Sánchez que era un ratón de Biblioteca bastante anticonvencional, ya que
solía hurgar aspectos insólitos de la Historia Antigua en viejos libros que nadie leía, a mediados
del año 2.016 fue invitado por un grupo de personas que eran un apéndice cultural del
Ayntamiento de su localidad a asistir nada más y nada menos que a una conferenccia sobre
la figura histórica de Jesús, que se celebraba en una sala del Casino de dicho lugar.
Así que nada más entrar en aquel recinto de estilo modernista en el que habían unas mesas
repletas de comida y de bebidas, le llamó la atención el hecho de que los miembros del grupo
lo recibieran con una inusitada fraternidad cuando él apenas les conocía.
Enseguida comenzó la charla que la daba una mujer joven, morena; de cabello corto llamada
Gloria, la cual duró apenas tres minutos y no se dijo nada novedoso.
Seguidamente todos se dispusieron a cenar mientras que un monitor abría el coloquio.
- ¿Qué os ha parecido la charla? - preguntó a los comensales en general.
- Qué es normal que ésta haya durado tan poco, porque aunque sí que se sabe con bastante
precisión la época, las circunstancias históricas que rodearon a Jesús no se sabe nada sobre
su vida concreta. Sólo hay algunos indicios de este personaje mencionados por el historidor
judio Flavio Josefo, por el romano Seutonio, y por el naturalista Plinio el joven -respondió
Jeremías-. Además, los Evangelios se escribieron al cabo de 50 años de su muerte que
más que explicar su vida cotidiana se quiso enfarizar sus enseñanzas. El que se eligieran a los
cuatro evangelistas se debió a que como habían tantas leyendas sobre jesús, un obispo de
Lyón llamado San Ireneo en Asia Menor decidió dar oficialmente cobertura a estos escritos.
De súbito un comensal de cabello blanco miró con expresión asustada a Jeremías como si él
fuese un hereje.
- ¿Y qué pensáis de su mensaje? - siguió inquiriendo el monitor.
- Se trata del Humanismo Cristiano que es lo más importante de este movimiento, que a
lo largo del tiempo se ha transformado en lo que se llama Justicia Social, y forma parrte de la
cultura occidental. Aunque este principio moral de amor al prójimo no tan sólo lo expuso Jesús,
sino que también lo habían dicho otros rabinos ya que había una gran demanda social-
prosiguió Jeremías-. Sí. En la actualidad, la Neurociencia ha descubierto que la zona izquierda
y racional de nuestro cerebro ha evolucionado más que la zona derecha y emocional del
mismo, que tiene una rama reptilínea que es egoísta y deprededadora. Y en aquel tiempo de
una rusticidad brutal, este bajo instinto era lo que más predominaba. Conviene pues
fomentar "El Reino de Dios" que no es un señor con barba y zapatillas sentado en un trono
encima de una nube, sino que es la autoestima que puede generar el ser humano, que se
debe de proyectar a los demás. Y fue el espabilado San Pablo quien hizo propaganda de este
movimiento ético, en un momento en que el Imperio Romano hacía aguas, puesto que tan
pronto cuando cae una tradición, una cultura de la que se derivan unos principios morales, se
pierde el norte y viene la decadencia. Pero el triunfo del cristianismo se debió
fundamantalmente al rey Constantino, que por razones políticas hizo oficial este movimiento.
Si no fuera por este apoyo político, hoy no estaríamos aquí hablando del tema. Pero insisto. Al
símbolo de Dios, que es nuestro amor propio hay que bajarlo del pedestal, de los altares, y
ponerlo a trabajar, porque si seguimos como hasta ahora admirándo a este símbolo como si
fuese el bonito paisaje de un cuadro no evolucionaremos nada.
Una mujer rubia de mediana edad repetía sin cesar: "¡No quiero saber nada; yo sólo me
aferro a mi fe!"
- ¿ Y qué os parecen los milagros? - siguió el monitor.
-¿Qué es un milagro? Si viajáramos con un cohete a la Antigüedad con nuestro móvil este
cacharro que a mucha distancia de la era rural, es un producto del pensamiento científico,
sería un milagro, porque las ondas electromagnéticas aunque siempre han estado ahí
no se conocían. Por otra parte Jesús bien pudo ser un sanador. Yo mismo he concodido a
gente especial que tienen un plus energético que pueden curar, o aliviar ciertas enfermedades;
aunque este don se exagera, se magnifica porque todavía es algo que no se conoce bien. En el
caso de los exorcismos de Jesús, yo estoy convencido que éste resolvía casos de ataques
epilépticos, o de enfermedades esquizofrénicas que padecían a algunas personas.
- ¿Crees que Jesús resucitó tras su muerte en la Cruz? - inquirió el monitor que estaba tan
perplejo e incómodo como los demás comensales por los puntos de vista tan heterodoxos de
mi amigo Jeremías.
- ¡Bueno! Para empezar, según me han contado catedráticos de Teología que han leído viejos
papiros de la época, no hay ninguna referencia al traidor Judas. Parece ser que este persona-
je fue una creación literaria de los fariseos para desprestigiar a los saduceos que fueron los
que se encargaron de acusar a Jesús de Sedición. En cuanto a la famosa Resurrección, se
basa en el mito del dios egipcio Osiris. Este sagrado personaje tiene un hermano envidioso que
lo mata, mas Osiris resucita de nuevo y así se renueva el Imperio Egipcio - Explicó risueño
Jeremías-. Pues muchas creencias como partieron de Oriente Medio se dejaron influir por sus
mitos.
-¡Oh, ésto no es así; no puede ser! - protestó otro comensal
Entonces mi amigo Jeremías; aquel sujeto tan irreverente, decidió macharse de allí porque se
apercibió que la mayoría de cuántos le rodeaban preferían creer más en las fábulas impartidas
por la Jerarquía eclesiástica que ir en busca de la verdad de las cosas.
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