Salgo del coche, camino por el parque durante dos largos minutos y decido sentarme en un banco cualquiera. Abro un libro, porque sé que llegará tarde, y comienzo a leer ajena al resto del mundo. Apenas un capítulo cuando noto unas pisadas acercándose. Falsa alarma. Acabo otro capítulo y miro mi teléfono, ningún whatsapp. Continuo con el tercero. Alguien se sienta a mi lado pero no veo quien es hasta acabar el capítulo. Se me dibuja una sonrisa en el rostro al confirmar mis sospechas. Hoy ha venido muy guapo, con una camiseta gris de su grupo de rock favorito, unos vaqueros negros desgastados y su chupa de cuero. Lleva el pelo sin peinar, como a mi me gusta y sus oscuros ojos señalan mi libro. Lo cierro sin decir palabra y me giro hacia él.
Esta es nuestra cuarta cita, sí, las he contado. No sé que tiene preparado pero su mirada pícara me resulta curiosa y excitante. Me besa tiernamente durante un rato y luego me lleva de la mano. Llegamos a su coche, subo del volumen de la música y se ríe ante mi gesto. No despega su mano de mi pierna si no es para cambiar de marcha. Me gusta sentir su tacto, saber que lo tengo a mi lado.
Un bloque de edificios delante de nosotros y frunzo el ceño. No entiendo nada. Él se dirige a la puerta y la abre. Lo sigo sin decir palabra. 3ªA, leo en un letrero de la puerta. Cierra la puerta detrás de mi y me lleva de la mano hacia una habitación. Ahora mismo no quiero explicaciones de cómo tiene este piso o de quién es, solo quiero lo que ya sé que va a pasar.
Entramos en la habitación, me agarra y me besa apasionadamente. Llevamos ya mucho tiempo esperando este momento. Me quita la camiseta y me tira a la cama. Desde allí tumbada veo como se quita la suya de una manera muy sensual. Me río y le grito como si estuviera haciendo un streaptease, porque en realidad es lo que está haciendo. Solo se deja puestos los calzoncillos. Se acerca a mi despacio y me quita la falda, de las sandalias ya me he encargado yo. No tarda nada en colocarse encima de mi. “¿Estás seguro de que lo quieres…?” “Shh” me interrumpe.“No quiero inseguridades. Te deseo desde hace mucho tiempo y no pienso quedarme también hoy con las ganas”. Lo beso apasionadamente, adoro que me diga esas cosas. “Y ahora disfruta porque pienso hacerte el amor como ninguno te lo haya echo”. Se nota la excitación en mi cuerpo y es que sus palabras me encienden.
De pronto se levanta y lo miro confusa. Se dirige a la ventana y la abre un poco, dejando que entre la suave brisa. Ahora me mira, más excitado todavía y dice “Así los vecinos escucharan tus gemidos, quiero compartir nuestro placer”. Sonrío, sé que eso le pone mucho. Se echa encima de mi, me agarra de las muñecas y me devora la boca. Noto su erección en mi vientre y me impaciento por sentirlo. Sus besos bajan por mi cuello cuando me susurra: “cierra los ojos, deja que yo tome el mando”. Obedezco y siento como se baja de la cama. Pisadas que se alejan y al rato vuelven. Coge mi mano derecha y me coloca en la muñeca unas esposas, que luego agarra al cabezal de la cama y hace lo mismo con mi mano izquierda. Mi cuerpo se excita, me gusta estar atada. Abro los ojos al sentir su lengua escalando mis piernas, desde el tobillo hasta por encima de la rodilla. Besa mi sexo con cuidado y luego lo golpea con su mano. Un quejido sale de mi, no me lo esperaba pero eso me excita aún más. Vuelve a repetirlo un par de veces, a cada cual un gemido brota de mi garganta. Sube hacia mis pechos rozando su erección, ahora desnuda, contra mi sexo ya húmedo. Mordiscos, lametones y magreos. Sé que le gustan mucho mis pechos y se toma su tiempo jugueteando con ellos.
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