No hay equívocos a esta hora,
en este amanecer,
en el que me permites caminar
por esas sendas que me guían.
Nos hemos enamorado.
Te entiendo desde el silencio
y también a través de los sones
de una fauna colaboradora.
Me haces ser, vivir,
recordar, expresarme como soy,
desde la fortuna que es regalo.
Nos abrazamos
con la emoción considerada
por un legado excepcional.
Lo físico se demuestra,
y lo psíquico corrobora.
Mudamos cada día
desde la misma rutina
que no abordamos dos veces.
Eres altura divina.
La melodía que nos acompaña
nos reporta querencias
hacia un mundo único.
Es fácil nuestro recurrente amor,
que surge espontáneo
por cuestiones antropológicas,
y sigue igualmente porque somos vida
y esperanza sempiterna
con reflejos que apuestan
sabiendo que ganamos.
Lo advertimos, lo registramos,
porque en ningún otro lugar
podríamos ser tan felices.
Juan Tomás Frutos.
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