LA ENFERMERA SINGULAR 2

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 Lo que más sorprendió al gigante fue que después de haberse acostado con ella, es que no

le pidiera nada a cambio. Por tanto Guillermo se sintió como un niño grande ante un regalo el

día de Navidad, y dió rienda suelta a lo que llevaba adentro.

- ¡Tú, tú... Eres un ser de luz! - lla lisonjeó él-. Eres una mujer de la Nueva Era. Y te voy a 

confiar un secreto. Yo estudio esperanto porque aspiro a un nuevo orden mundial. Luego

entraré en los Rosacruces para contribuir al nuevo plan.

-Ah, muy bien. Pero según tengo entendido la famosa Piedra Filosofal es una metáfora acerca

del perfeccionamiento interior del ser humano. ¿No?

-¡Oh, qué sabiduría! ¡Tú sí que me entiendes! - exclamó el gigante entusiasmado.

Como es de imaginar la fama de aquella enfermera con sus insólitos servicios corrió como la

pólvora, y había ocasiones que cuando Félix iba a visitar a su amiga, se encontraba en la

entrada de la casa como si de una peregrinación se tratara a una interminable cola de sujetos

que abarcaba desde indigentes, hasta minusválidos de varios tipòs, por lo que Olga al verse

desbordada tuvo que buscar refuerzos en cuatro compañeras más tan filantrópicas como ella,

quienes satisfacían las fantasías eróticas de muchos visitantes.

Sin embargo Olga tuvo que enfrentarse con una retrógada mujer de la Asociación de Vecinos

que no aceptaba el heterodoxo comportamiento de aquellas enfermeras.

- Esto que usted hace no es decente, y va contra de las normas sociales - le amonestó

aquella mujer a Olga en la entrada de su piso-. Tengo entendido que también vienen hombres

que no son precisamente tullidos, cuando éstos tienen a sus mujeres legítimas que ya les

atienden como es debido.

- ¿Qué clase de normas son esas cuando todo el mundo rechaza a una persona que tiene

algún problema de la índole que sea; pero sobre todo económico? ¿Es que el mundo sólo está

hecho para los más sanos, los más guapos, y los más ricos? ¿Pensaría usted así si tuviese un

hijo con un problema? - le contestó Olga muy ofuscada-. Si la sociedad fuera más comprensiva

y menos interesada las cosas irían mejor. Si los hombres en cualquier circunstancia vienen

aquí para pasarlo bien sin tener que atarse a ninguna obligación por algo será.

Pero lo que aquella puritana mujer no sabía era que el gesto de Olga sería una semilla en el 

terreno democrático, que contemplaba al factor humano por encima de las etiquetas, y que

a través del tiempo daría lugar a que surgiese realmente una asociación que atendiese tanto

a los hombres como a las mujeres físicamente discapacitados en sus necesidades sensuales,

puesto que como es sabido el derecho a vivir alcanza a todos por igual.

 

 

 


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