Él

La primera vez que le vi fue en aquella habitación tan pequeña, rodeado de medicamentos y con ese "robot" tan moderno  del que tanto me habían hablado y que preparaba la medicación por si solo.
Pensé que era bastante guapo y que parecía simpático.
En las siguientes ocasiones en las que volvimos a coincidir, cabe decir que fueron cortas y escasa, noté que mi corazón se aceleraba y daba saltos de alegría de volver a verlo, y en mi cara se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja la cuál era incapaz de esconder, no me lo podía creer que algo así me estuviese pasando, no lo conocía, solo habíamos coincidido en un par de ocasiones en el trabajo, pero aún así, él se me hacia interesante, su mirada, esas gafas de pasta negra que le daban un aire misterioso y su sonrisa, quería conocerlo, saber su historia y reír juntos.
Entonces me armé de valor y sin más se lo pedí.
-Te gustaría acompañarme a tomar un café?
Pensé, ya está hecho, ya no hay vuelta atrás, que sea lo que tenga que ser.
Para mi sopresa él accedió, por fuera una pequeña sonrisa asomaba en la comisura de mis labios, por dentro un gran huracán de júbilo alborotaba todo mi ser.
En la cafetería las conversaciones fluían sin cesar, y contra más conocía de él más me gustaba. Era simpático, amable, gracioso tal vez un poco torpe, pero hasta eso encontraba encantador.
Llegó el momento de despedirnos, lo había  pasado como nunca, el tiempo había pasado volando, en ningún momento me percaté de que habían pasado horas, pero debía decir adiós, no quería, deseaba saber más de él, era como una adicción, necesitaba conocerlo mejor volver a verlo otra vez...
Así pues con mi mejor sonrisa en la cara y un gran remolino de emociones e inseguridades en mi mente me atreví a pedirle el número de teléfono. Volvió a sorprenderme y encantado me lo dio , así podría volver a verlo fuera del trabajo y volver a disfrutar de su compañía, pensé, a cambio yo le di el mío.
Unos días mas tarde la monedita del mario de mi tono de whatsapp sonó, era él.