Al entrar en tus jardines
siento el frescor en mi piel.
Fuente brillante por los centiles
de del deseo de un mercader.
Mas la paz que ahora respiro
es breve, luego lo sé.
Te cruzaste, silenciosa, en mi camino
como un ave sin canto,
un padrenuestro sin fe.
Remolinos estáticos
de tu fundamento
se elevan, prestos,
a un cielo sin estrellas,
de cúpulas vacías que
antaño fueron llenas
por el canto dulce, cobre,
en tu solería.
Qué paz ahora respiro,
antaño fue bullicio.
Silencio reemplazado por el grito,
el mercader, que busca,
entre el gentío,
cuál fuere el comprador de
su preciado entretejido.
El oro que remata tus retablos
da fe de tu riqueza,
ya perdida.
Perla de Valencia,
cauto es tu reposo,
aguardando sin descanso
al mercader, que con su seda fina,
te dé, de nuevo, vida.
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