PRIMERA PARTE: "EL COMIENZO DEL FIN"
María y Ernesto tenían puestos en el pequeño mercado detallista de Sabadoya, un pueblo de artesanos de una pequeña provincia ubicada al norte de la capital. El mercado se distaba unos quinientos metros de la plaza central. En total eran sesenta comerciantes que proveían de todo tipo de alimentos y productos a los habitantes de Sabadoya y de otros lugares.
Arnoldo tenía una carnicería, Juanita una pollera, Arnaldo el pescado, Maura la venta de granos, Galindo la frutería, Pedro una venta de quesos, Rogelia los embutidos, Servando las especias, Amelia el café, Jacinto el cacao, Doña Gertrudis masa para el pan y asi sucesivamente, todo lo que se pudiera pesar se podía encontrar en el Mercado Detallistas de Sabadoya.
De este mercado se hablaba muy bien, especialmente por el buen trato que se brindaba a los clientes. Nunca faltaba una sonrisa del vendedor, ni una palabra cordial. Además los productos eran de excelente calidad y todo estaba muy limpio. El ambiente era tan, pero tan bueno que siempre daban ganas de volver. Es mas de otros pueblos que tenían sus propios mercados, venían gentes a comprar al Mercado Detallista de Sabadoya, atraídos por estas características tan importantes de sus comerciantes. Ciertamente los precios eran un poco mas altos que en otros lugares, pero a la gente, esto, no le importaba mucho.
Esta excelente fama del mercado de detallistas de Sabadoya, era la clave de la prosperidad de los comerciantes y del propio pueblo de Sabadoya, pues la clientela cautiva y sumamente numerosa que llegaba al pueblo no solo llevaba alimentos de los puestos del mercado, sino que a lo largo del pueblo entraba en contacto con los artesanos del lugar que exhiban sus creaciones y vendían sus productos a los fuereños.
En Mercado de Minoristas de Sabadoya era una institución de tradición. Fundado sesenta años atrás los negocios habían pasado de padres a hijos y nietos. Así en muchos puestos se podían encontrar dos y hasta tres generaciones reunidas, atendiendo al público, todos orgullosos de su función.
María pertenecía a la segunda generación. Ella tenía un puesto donde vendía papas, batatas, calabazas, aguacates, plátanos, berenjenas, zanahorias, remolachas, tomates, cebollas, ajíes, pimentones y tomates.
Ernesto vendía todo tipo de plantas y hierbas verdes para condimentar: perejil, cilantro, hinojo, laurel, romero, albahaca, manzanilla, salvia, llantén y otras más.
En resumen, colectivamente aquel mercado tenía una fama que todos acostumbraban a resumir en dos palabras: “Cordialidad” y “Decencia”
La fama del mercado había generado a lo largo de sus años nueve premios nacionales, catorce premios municipales y 16 premios provinciales como “Mercado del Año”. El Mercado de detallistas de Sabadoya, era un ejemplo perfecto de bienestar y en él todos eran felices, hasta que llegó Dimas Freites, entonces, en una sola mañana surgió el caos…
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