Ayahuasca

Río Tambopata, una embarcación, seis personas a bordo transportando material sanitario para la infancia de aldeas previamente censadas y diagnosticadas en algún tipo de desorden nutricional, carencias vitamínicas ó presencia de parásitos intestinales. Recibidos con júbilo en nuestra primera parada y explicadas las pautas posológicas, el chamán nos ofrece una ceremonia de ayahuasca, sólo dos aceptamos.

01:00h Al calor de una hoguera, en el interior de la cabaña más espaciosa, tras haber vomitado previamente lo indecible fruto de una ingesta de hierbas varias, nuestro anfitrión canturrea inteligible y nos ofrece en sendos cuencos de madera un líquido denso, oscuro, de fuerte sabor que al tomarlo pareciera que descendiese a cámara lenta por el tracto digestivo haciéndo del mismo un órgano palpable, tangible, como si por primera vez tomase consciencia de su existencia, tamaño, forma, textura. Pareciera como si aquel denso líquido abarcara toda la boca, faringe, esófago y estómago, dibujándolo según descendía en mi consciencia.

20 minutos más tarde, los cánticos del chamán comenzaron a distorsionarse al punto que los sonidos dejaron de escucharse como tales percibiendo ahora sordas vibraciones, el anárquico crepitar de la hoguera adquirió de súbito sentido dentro de una cadencia, un ritmo, una medida reconocible tornándose casi en una forma de lenguaje que sin entenderlo, comunicaba. De igual manera el baile de luces y sombras que emanaba del fuego, empezó a cobrar sentido, seguían un patrón, complejo sí, pero patrón al fin y al cabo por lo que reconocía una inteligencia subyacente, no es sencillo describir el éxtasis que produce la identificación de un marco real e inteligente donde en su interior sucede todo, a veces tan complejo que no entiendo su contenido, pero reconozco el marco y al hacerlo me reconozco, te reconozco.

Satori.