Sólo la mágica Luna era testigo de los fugaces encuentros amorosos de los amantes, o no tan fugaces. Adolescentes torpes y divertidos en sus primeras veces, amores prohibidos por adulterio, onanismos varios y diversos también, amores entre seres del mismo sexo, amores interraciales, noches de lujuría imposible entre parejas de edades muy dispares o amores entre matrimonios longevos donde aún ardía la chispa del deseo. Todos escandalosos a ojos del puritanismo que predominaba en el lugar donde nuestra cómplice Luna aparecía cada noche.
Su hermano Sol era más severo y más timorato ante estas muestras tan cariñosas de afecto. Por eso, los habitantes de aquel lugar y de la mayoría de nuestro mundo prefieren el albergo de la noche para dar rienda suelta a sus romances.. o a fantasear sobre ellos.
Definitivamente, me cae mejor la Luna que el Sol. En todas las familias, no todos sus miembros nos provocan los mismos apegos ;)
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