La Tragedia de Sabadoya (Final)

En efecto, aquel hombre decidió presentarse antes y anunciarle a todos los presentes lo único que todos sabían:

Mi nombre es Dimas Freites y les aseguro a todos los presentes que el dia de hoy los marcará para siempre y será recordado por generaciones en este mercado, en este pueblo, en este estado y en esta nación, y cuidado, si en el resto del mundo.

Ante aquellas palabras, los temores se afianzaron y las mentes de todos los presentes luchaban por no nublarse. después de esto  aquel hombre de negro, Dimas Freites abrió el maletín. Lo que vieron los ojos de todos, los dejó absolutamente paralizados, la total desgracia, era inevitable y manifiesta.

Sí, de aquel maletín y de las manos de Dimas Freites brotó un objeto hermoso, pero muy peligroso, de forma cilíndrica y perfecta, hecho de una aleación de platino e iridio en proporción de  noventa por ciento (90%) a diez por ciento a 10%, con una altura igual al diámetro de treinta y nueve milímetros. era una copia exacta del prototipo internacional  para un Kilogramo (“Le Grand Kilo”) que se guarda en la Oficina Internacional de Pesas y Medidas Ubicada en Sevres, en las cercanías de Paris. Sí, Dimas Freites pertenecía a la Oficina Nacional de Metrología.

Acto seguido aquel objeto en las manos de Dimas Freites, comenzó a hacer su función mientras el intendente hacia de secretario levantando el acta  respectiva: Así los kilos del las diferentes pesos y balanzas del mercado se transformaban en 650 g, 720 g, 800 g, 680 g y así sucesivamente. Solo Maria y Ernesto resultaron limpios.

Aquel día Dimas Freites, rico de cuna, recién nombrado Director Nacional de metrología, había develado por completo la verdadera realidad del Mercado Detallista de Sabadoya.