QUIERO DESCORRER TUS CORTINAS
Abro la puerta casi sin hacer ruido intentando abrirme paso entre el ambiente rancio y la ropa tirada por el suelo. Me sientes, lo sé.
Me quedo parada esperando que mis pupilas puedan defenderse y pienso. Poco a poco me acerco a la ventana, porque mi intención no es otra, que descorrer tus cortinas. Subo la persiana iluminando tu cuarto y tu cama. Ahí estás, fría por dentro y fea por fuera. Me ignoras.
Sin hablar, abro la ventana para que el aire nuevo y fresco pueda entrar en la habitación. Te tapas la cabeza con la almohada, ésa que tienes empapada de tanto llorar, ésa que no admite en sus telas ni una lágrima más. Y me dices:
-Déjame, déjame.
No te contesto, solo voy actuando según el plan trazado. Mi plan perfecto para sacarte de esa oscuridad que te envuelve. Me agacho y voy metiendo en una bolsa toda la ropa que encuentro por el suelo y en la silla del dormitorio. Suspiras.
Saco el móvil de mi bolsillo y busco en el YouTube mi canción seleccionada para el momento y empieza a cantar Pablo Alborán que tanto nos gusta a las dos y su canción “Quién”. Sonríes, lo sé, aunque no te veo.
Y te dejas llevar por la luz del sol, por el aire fresco de la calle, por la música de mi cómplice y sobre todo, te dejas llevar por mí, tu amiga del alma.
Mientras te voy destapando poco a poco, susurro frases estudiadas con antelación que van surtiendo su efecto.
-No llores más, se acabó.
-Venga espabila, que es tarde.
-Dame la mano y levántate.
-Estás muy fea, vamos a la ducha.
-Estoy aquí, estoy aquí.
-Estoy contigo como siempre y juntas podremos hacerlo.
Entramos en el baño sin hablar. Descorro las cortinas de la ducha y comienza la depuración de la agonía.
Rosa
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