Mis cuerdas

Parece que he vuelto a caer entre las cuerdas. De esas que se atan tan fuerte que casi nadie puede deshacerlas alguna vez, y forma un eterno desastre enredado que termina generando caos. Y es que al final siempre lo resumo a la misma palabra, dando igual lo positivo o negativo que la situación sea. Siempre es un caos. Esta vez la maraña de mis cuerdas es mucho más enrevesada. Creo que no podría ni empezar a desatarla de lo complicada que se ha convertido.

Me siento algo hipócrita la verdad, porque parece que después de todo este proceso no era la última vez. Estoy tan harta de hacerme mayor y descubrir que conforme más crezco tengo menos idea del asunto, y siempre acabo por repitir los patrones aún cuando me prometí no volver a cometer el error, pero por algo hoy estoy aquí. No puedo dejar de retroalimentar mis sentimientos, aunque internamente sea lo más doloroso que me podría hacer a mi misma. Porque en el fondo, acabo por llenarme de una bolsa de ilusiones y falsas esperanzas sobre alguien que parece que conozco. Pero sólo en esos momentos en la que la torta la ves venir lentamente hacia tu cara, es cuando comprendes que te va a doler. Y efectivamente, duele mucho.

Nos venden un amor real y duradero. Pero son todo ilusiones. Ni la flor más perfecta tiene todo perfecto, porque ella misma acaba por morir. Pero en vez de aceptar la realidad, somos capaces de alimentar nuestra imaginación sobre lo perfecta y bella que es... hasta que muere.

No sé si me entiendes, no todo es negativo. También tienes esos momentos en los que realmente el tiempo se detiene, es decir, ese preciso instante en el que te sonríe y te mira con la mayor complicidad que alguna vez quieras ver en una mirada. Y por un momento está ahí. Él está justo delante de ti. Y parece que serías capaz de hacer cualquier cosa por volver a verlo a sonreír.

Yo no necesito a nadie más... sólo quiero que él desate mis cuerdas.