EL MIEDO, SIEMPRE EL MIEDO. BIENVENIDOS DE NUEVO.

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Me fui. He desaparecido durante cuatro meses, muy largos. No te preocupes, yo tampoco me he encontrado en este tiempo. No sabía dónde estaba, no sabía dónde debía ir para ver un atisbo de luz. 

He sentido el sufrimiento dentro de mí. Y no con la cabeza, sino con el corazón. He visto a los monstruos, de esos que habla un amigo, dentro de mí. Han vivido durante dieciséis semanas en mi interior. Me han robado la vida, me robaron toda la ilusión. 

He probado con todo. Probé a irme de viaje, a dejar mi pasión de lado, a estar días y días enteros en la cama, a darme una buena torta cada vez que lloraba (varias veces al día, por lo que no fue una buena solución). Me he arrodillado en mi habitación, cientos de veces, acompañada de la luna y de las estrellas para pedir a lo que hubiese más allá de lo que podemos ver con nuestros ojos cuando miramos hacia arriba que me ayudase. Ayuda, por favor. Ayúdame.

Volví a pedir a mi prometido que se casase conmigo, aunque ambos sabemos que no es cuestión de la cantidad de veces que se pidan, sino de la calidad de nuestra relación. Sigue intacta, después de haberme secado las lágrimas una y otra vez cuando el mundo me estaba dejando de lado; cuando la energía había decidido abandonarme.

Disfruté de la ilusión de mis sobrinos abriendo regalos de navidad cuando mi único regalo, el que yo más quería, era paz interior. Y nadie me lo trajo. Porque nadie, nadie, puede regalarte eso más que tú mismo. ¿Me escuchas? Nadie más que tú misma. 

Y cambié de año tumbada en la cama, con una luz encendida, rodeada de pañuelos y con dos manos en mi pecho que han sentido mi dolor durante todos estos días: mis padres. Las campanadas, la gente celebrando que dejan atrás lastres para empezar un nuevo camino, con nuevos propósitos, casi como una nueva vida, y yo... Yo sufría. LLoraba. Y pedía que esto pasase rápido.

He sentido el miedo en mi piel. He tenido múltiples ataques de pánico que han impedido que continuase con mi vida habitual. No he salido a la calle sola hasta hace unos pocos días. He dejado mi trabajo durante este tiempo para dedicarme a mí y, ¿realmente me estaba cuidando? En absoluto.

Luchaba a contracorriente. Las olas venían en la dirección que yo iba. ¿Cómo iba a poder avanzar en esas circunstancias? ¿No dicen que hay que estar a favor de obra? Me di por vencida.

Y ahí, en medio de un mar lleno de miedos, un mar creado a partir de todas las lágimas derramadas, sin barcos alrededor, sin ningún atisbo de vida, me dejé hundir. Sentí cómo me hundía. Y entonces mi cuerpo vago  a favor de la corriente. Y, ¿sabes qué? Que aquí estoy. En tierra firme. 

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Vuelvo con más relatos y, por supuesto, la vida e historia de Jota y Lucía que tanto habéis pedido continuará. Seré pesada, pero una vez a la semana publicaré sobre el yoga, sobre asanas (posturas), sobre respitación, aromaterapia, gemoterapia, alimentos naturales, superalimentos, estilo de vida saludable... No son tutoriales. Es el relato de mi vida en esta página que me da la oportunidad de continuar, y a ti, de conocerme un poco más. Os espero aquí y en mis redes sociales y, aún más importante, en mi correo electrónico para hablar conmigo directamente del rumbo de tu vida. Soy joven, no soy experta en esto y hasta septiembre no estaré titulada como profesora de yoga pero... ¿Hay algo más sabio que vivir en tu piel aquello que quieres transmitir? Esa es mi vida. Vivir y experimentar.

Gracias por dedicarme un poco de tu tiempo.

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Instagram: vega2lucia

Facebook: Lucía Vega Vega

Correo electrónico: luciavegavega@hotmail.com


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