Cuando conoci a satan

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Un día antes, había empezado a tomar a eso de las cinco de la tarde, para las nueve de la noche me caía de borracho y me fui a dormir. A las tres de la mañana ya se me había pasado, pero no pude dormir más. Así que decidí dar un paseo nocturno con mi perro. Cuando llegamos al parque di unas vueltas y empecé a notar que olía a azufre; al principio tuve un poco de miedo porque de donde soy dicen que a las tres de la mañana es la hora del diablo y que si hueles azufre ha de ser porque anda cerca; pero me dije a mi mismo que esos eran puros cuentos y lo ignore. Seguí caminando mientras el olor se hacía cada vez más fuerte  hasta que llego a ser insoportable, a lo lejos había unas canchas de basquetbol y junto a la canasta, un señor. Mi perro se abalanzo sobre el señor ladrándole pero sin acercarse mucho. Me acerque hasta el señor que tendría unos cuarenta años. El señor miro a mi perro; y se fue corriendo con la cola entre las patas a esconderse tras un árbol.

-buenas noches señor – le dije

-buenas hijo que hace usted paseando a su perro tan tarde, no es muy común.

-bueno tampoco es común encontrar a una persona a las tres de la mañana en un parque, y menos en lunes.

Se echó a reír y me dijo – es que estoy un poco desesperado, necesito ayuda. ¿Cómo te llamas?

-Antonio señor, ¿y usted?

- Bueno unos me conocen por un nombre y otros con otro, pero tú puedes decirme satán. ¿Y crees poder ayudarme?

Me paralicé de miedo, relacione el olor a azufre con el nombre de satán, y con el efecto que ese hombre había causado a mi perro, no dude de que ese hombre de apariencia sencilla fuera el mismísimo diablo.

Con esfuerzo pude contestar a su pregunta y le dije

-¿Bueno y que necesita usted?

- Mira si tú estas dispuesto a darme algo que necesito, yo estoy dispuesto a que puedas conseguir todo lo que en esta vida deseas.

-¿Y eso que usted necesita no será mi alma?

Echo una carcajada que se hiso un eco espeluznante en todo el parque y me dijo

-Se nota que has escuchado historias de mí, pero ya en estos tiempos lo único que vale es el dinero; y no, lo que necesito de ti no es tu alma, necesito diez mil billetes. ¿O ya porque soy satanás crees que no tengo que pagar renta, mantener a una hija y una esposa?

Fuimos a mi casa le entregue el dinero y cuando se fue me estrecho la mano y dijo “trato echo” y desapareció dejando un olor a azufre. Nunca he dormido tan bien como esa noche.


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