Pasión a largo plazo

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Nos hemos alquilado un pisito para tres noches al lado de la playa. Por fin. Tres noches. Tres noches para nosotros, para poder dar rienda suelta a toda la pasión refrenada por el tedio diario, por la monotonía de los días, por no poder tener una casa sola para nuestras tropelías sexuales. Demasiado jóvenes para tener casa propia. Ni siquiera un coche en el que disfrutar al abrigo de la noche de nuestra sexualidad. Pero eso ya no importa. Tres maravillosas noches, con sus cuatro maravillosos días, para disfrutar plenamente de nosotros. Me muero de ganas.

Sé cómo van a ser los acontecimientos antes de que ocurran. Te conozco demasiado bien. Llegaremos a la casa sobre las doce, con la intención de dejar las cosas, ver la casa, acomodarnos un poco e irnos a comer a una hora prudente. Nunca llegaremos a comer a una hora prudente. La tentación es demasiado grande. Así que cuando lo tengamos todo en su sitio, la tensión sexual será demasiada. Te acercarás a mí, con ese fuego en la mirada que me dice que no estás dispuesto a hacer prisioneros, y me lanzarás a la cama. Te abalanzarás sobre mí, todo pasión desatada y lujuria sin freno. Me besarás hasta dejarme sin aliento, y yo te devolveré el beso con la misma fiereza. Tus manos repasarán todo mi cuerpo con ansia, con urgencia, con necesidad de mí, igual que las mías lo harán por tu cuerpo con ansia, con urgencia y con necesidad de ti. Te arrancaré la ropa, y tu arrancarás la mía, y empezaré a gemir antes siquiera de que me hayas hecho nada, de pura expectación. Te mordisquearé cada centímetro de tu piel, arañaré cada cuadrante de tu espalda, morderé tu cuello. Me besarás los hombros y los pechos, y harás que me muera de placer sólo con atender a mis tiernos pezones, que se endurecerán bajo las atentas caricias de tu lengua. Te montaré, porque es nuestra postura más cómoda para empezar, con desenfreno, aunque me pidas calma. Seré tu amazona, como en tantas otras ocasiones, sin importarme que se enteren hasta en la playa de lo que estamos haciendo, proclamando al cielo nuestra pasión mutua.

Y después nos iremos a comer. A cualquier sitio que abra a las cinco de la tarde y en el que pongan algo comestible.

Y volveremos al piso, cansados, con la modorra propia de la comida y de la actividad sexual. Así que nos echaremos una siesta, derrotados. Nos abrazaremos bajo las sábanas, nuestra respiración se irá calmando. Haciendo la cucharita, nos quedaremos dormidos. Y me despertaré, un rato más tarde, y me retorceré como siempre hago para desperezarme un poco. Mi culo rozará con una de mis partes favoritas de tu anatomía, y gruñirás en el sueño en el que estás inmerso, sintiendo que te desperezas casi sin darte cuenta. Pero yo sí me habré dado cuenta. Y me frotaré contra ti, consiguiendo ese gruñido que tanto me gusta. Qué placer no tener prisa…

Así que me giraré hacia ti, y te agarraré con suavidad para terminar de despertarte. Me mirarás, somnoliento y con la mirada encendida, deseoso de un segundo asalto. Esta vez será más relajado. Más besos, más caricias. Admirarás mi cuerpo desnudo, le rendirás culto con tus manos, con tu lengua. Tus manos acariciarán, esta vez sin prisa, sin ansia, pero no con menos necesidad de mí, los distintos recodos de mi cuerpo. Esta vez serás dulce y suave, y yo te devolveré las caricias, pausadas y atentas, sabiendo que tenemos todo el tiempo del mundo, que nada nos para, que no hay prisa por nada. Todas las pequeñas diferencias de los últimos días, la tensión de la separación inminente, el miedo, las dudas, todo se irá disipando en nuestros jadeos entrecortados, en nuestras atenciones mutuas. Para cuando quieras darte cuenta, estaré encharcada para ti. Te pondrás sobre mí, mirándome a los ojos, acariciándome la cara como haces siempre que quieres tener un momento tierno y romántico conmigo. Poco a poco, te introducirás en mí, me sentirás temblar bajo tu cuerpo. Te dejarás caer y oirás mis jadeos y gemidos en tu oído mientras te mueves con tranquilidad, disfrutando del momento.

Qué placer no tener prisa. Qué maravillosa sensación saber que tenemos tres largas noches por delante para disfrutar el uno del otro. No te vayas nunca…


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