La narración en investigación cualitativa
Por Manuel Murillo
Enviado el 25/02/2017, clasificado en Reflexiones
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"Si usted no lee el periódico está desinformado. Si lee el periódico, está mal informado" -Mark Twain.
En el año 1513, Michelangelo Buonarroti comenzó a esculpir una estatua de 253 centímetros que representaba la figura bíblica de Moisés, escultura conocida como "el Moisés de Miguel Ángel", situada en la Basílica de San Pietro in Vincoli. El artista decidió colocarle a la escultura dos cuernos en la cabeza. ¿La razón? La falta de vocales del lenguaje hebreo escrito. Según la Biblia original, escrita en lenguaje hebreo, Moisés estaba radiante al bajar del monte Sinaí, algo que se dice "karan" en hebreo. No obstante, su traductor, San Jerónimo, tomó "karan (qrnn)" por "keren", que significa "cornudo", y así lo tradujo y fue interpretado hasta los días del gran escultor Miguel Ángel.
La conexión entre la narración y la interpretación de la realidad suele ser problemática en muchos aspectos y es que en ocasiones se intenta buscar la realidad de la narración incluso aunque ésta se haya declarado ficción a sí misma. Julio Cortázar comentaba divertido, en una entrevista concedida a Televisión Española en 1977, cómo una gran marea de críticos examinaban minuciosamente sus relatos de obras como Bestiario o Historias de Cronopios y de Famas, y respondían a sus textos afirmando que en ellos escondía una crítica hacia la sociedad argentina de la época en forma de metáforas y alegorías fantásticas que, de algún modo poético, representaban la realidad. En la entrevista Julio Cortázar decía que ya había repetido en varias ocasiones que la mayoría de sus relatos consistían en cosas que había soñado y que había decidido escribir nada más despertar, y en situaciones cómicas que se le ocurrían sin detenerse a pensar siquiera. Aún así, los especialistas seguían insistiendo en la realidad que se ocultaba tras sus textos y él no podía más que tomarlo con humor. Algo parecido aunque con consecuencias más impactantes y frenéticas en los receptores ocurrió el 30 de octubre de 1938. Estoy hablando de la archiconocida narración radiofónica de Orson Welles, quien adaptó su novela "La guerra de los mundos", que hablaba de una invasión extraterrestre, a un guión radiofónico a modo de noticiario. Se avisó que era una dramatización al principio del programa pero, por desgracia, hubo mucha gente que no escuchó esta aclaración y cundió el pánico durante casi tres cuartos de hora, hasta que se volvió a repetir en medio del programa que se trataba de ficción. Hasta ese segundo aviso muchas personas creyeron firmemente que el planeta estaba siendo atacado por alienígenas.
Ni que decir tiene que esta conexión narrativa-realidad se puede utilizar en pro de la manipulación para con la visión de la realidad del receptor, especialmente cuando esta narración proviene de medios supuestamente al servicio de la verdad y especializados en acercarnos a la realidad que no podemos palpar desde nuestra ventana. Ejemplos hay incontables, pero me viene a la mente uno en el que el servicio informativo de La Sexta mostraba a Hugo Chávez con una serie de armas de fuego, de las que él sostenía un lanzagranadas, y no se escuchaba ningún audio del momento en sí sino que se escuchaba a la periodista española diciendo que Chávez había declarado la guerra a Colombia y que esas serían las armas que usaría contra la misma. Si buscamos las noticias sin recortes y sin haber retirado el audio original fuera de España vemos que se trataba, simplemente, de una muestra de una incautación de armas realizada a miembros de las FARC robadas en 1995.
¿Cómo podemos estar seguros de que algo que nos comunican es real, si no tenemos contacto directo con esa realidad? La respuesta es sencilla: no se puede. Ahora bien, no necesariamente ha de haber siempre una intención por manipular la información. Lo que es innegable que siempre está presente es la subjetividad de quien representa la realidad en el texto: éste es el primer filtro que irremediablemente distorsiona la realidad. El segundo filtro es también la subjetividad pero, en este caso, del lector que lee el texto. Éste construye, finalmente, la realidad teórica tras el filtro del análisis y representación subjetiva del autor y tras su propio filtro de interpretación subjetiva de la representación ya subjetiva per se. En las ciencias sociales y la investigación cualitativa esta cuestión ha dado lugar a muchos problemas y crisis, como la crisis de la representatividad, dado que no son pocas las ocasiones en las que se construyen teorías que supuestamente abordan la realidad y discursos teóricos en base a una mera revisión bibliográfica, sin experimentar directamente esa realidad a la que la teoría pretende hacer alusión. E incluso aunque la teoría de la ciencia social se elabore directamente en base a la experimentación con la realidad, dicha elaboración nunca podrá estar exenta de la subjetividad del propio investigador. Por tanto, si la elaboración teórica es de por sí una construcción de la realidad y la lectura de esa investigación teórica por parte del lector es otra construcción de la construcción previa ¿Qué grado de seguridad puede tener el lector a la hora de asimilar y comprender el texto, e imaginar las situaciones que en éste se proponen?
Una solución fácil es aceptar una explicación como válida. Otra, más difícil, es no aceptar ninguna. Sin embargo, la primera opción entraña más riesgos que la segunda, como se ha visto anteriormente. En el campo de la investigación social, por ejemplo, ocurre que durante mucho tiempo se ha aceptado que el hecho de que en determinados países esté prohibido consumir cerdo y en otros esté prohibido comer vaca es un patrón cultural determinado únicamente por las creencias irracionales de determinadas religiones. Sin embargo, en 1980, el antropólogo Marvin Harris publicó su libro "Vacas, cerdos, guerras y brujas" donde explicaba cómo había convivido con una gran multitud de pueblos con esas prácticas y había realizado un exhaustivo análisis histórico, cultural, económico y medioambiental encontrando que, en realidad, dichas conductas eran perfectamente racionales teniendo en cuenta tales factores materialistas. El haber criado cerdos o haber sacrificado vacas habría amenazado la supervivencia de dichos pueblos antiguamente. Así, le dio la vuelta a la tortilla del conocimiento que siempre había sido el válido.
Ahora bien, su obra, si bien revolucionaria en ese aspecto, no deja de ser una narración al igual que la de Julio Cortázar y Orson Welles. Es decisión del lector tomarla o no por válida o, dicho de otra manera: elegir lo fácil o elegir lo adecuado.
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