En mi viejo reproductor, el mágico vivaldi, le da vida a su estaciones, como lo hacía aquella madrugada de diciembre.
en el jardín el rosal bañado por el rocío, brillaba con destellos de plata bajo la luz de una luna que se negaba
a dejar el firmamento tras tan majestuosa noche.
desde mi ventana pude ver el maravilloso instante en que el primer rayo de sol se colaba entre la hojas del almendro y le pintaba la cara a un capullo naranja, que al sentir aquella caricia , abrió sus pétalos como agradeciendo a la vida.
aquella bella imagen quedó guardada para siempre junto con los acontecimientos que la sucedieron.
con una extraña mezcla de culpa,y dolor, me acerqué al
rosal y pidiendo disculpas corté la joven rosa ;
la tomé entre mis manos y la llevé hasta el lecho
donde ella yacía inerte desde hacía meses; la dejé suavemente en su pecho y salí despacio contemplando la triste imagen.
momentos mas tarde regresé y grande fué mi sorpresa la ver que sus pálidas manos acariciaban la flor; presuroso me
acerqué, la miré, no podía entender lo que pasaba
el velo de sus ojos ya no estaba.
hacía mucho que imploraba y esperaba que me devolviera
una mirada; una lágrima corría por su mejilla y un mar por las mías, hasta me pareció que su demacrado rostro
intentaba una sonrisa.
una luz se encendió sobre su cama ,una última curva ascendente y después la esperada línea que conduce al infinito.
quiero creer que la rosa le dió su último instante de felicidad.
a veces las vidas parecen cortas o difíciles, pero lo cierto es que hay instantes que hacen que todo haya valido la pena.
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