Al otro lado del cristal llueve,
a este lado también llueve.
Cuando las nubes se afanan
en oscurecer el día lo consiguen
y entonces,
cuando parece que nada puede ir peor,
cuando la oscuridad es absoluta,
comienza la tormenta.
El agua cae con fuerza,
arremete contra el cristal
y contra aquellos que se nutren de luz.
Mi alma se nubla
como el cielo hace unas horas
y comprendo que muero esta tarde.
No quiero morir hoy,
no esta tarde con la lluvia golpeando los cristales.
Entonces tomo conciencia, respiro
y nada parece tan terrible.
Miro a través de la ventana
y me empiezo a colorear.
La lluvia limpió mi calle y regó el parque,
dejará charcos sobre los que saltar.
Abro el armario y las busco.
-¿Dónde están?¿Dónde las habré puesto?-
Por fín las encuentro,
mis viejas botas de agua.
Me calzo y salgo a la calle,
una sorpresa me espera.
Y entonces recuerdo que sin lluvia...
... no hay arcoiris.
La Maga
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