La niña lo escrutaba con su mirada divertida y curiosa. El torpe adulto que no estaba muy ducho en el tema del universo infantil, a veces insondable a nuestro entendimiento, estaba realmente incómodo con la situación inesperada de verse en la tarea de canguro improvisado.
Se le ocurrió preguntar a la pequeña lo primero que se le cruzó en su limitada imaginación:
- ¿Cual es tu animal favorito?
- El unicornio- dijo la niña vivaz desde sus inocentes y misteriosos cinco años. Lo dijo sin dudar ni un momento, lo tenía muy claro.
- Pero...yo me refería a un animal que exista de verdad, no de mentira- le replicó el adulto que no tenía la capacidad de fantasear.
-No es de mentira, yo tengo un unicornio en mi casa, en mi cuarto. Juego con él y me encanta. Tiene casi todos los colores del arcoiris- le respondió algo contrariada la niña. Empezó a pensar que su vecino no le caía demasiado bien...
- Ven conmigo a mi dormitorio y te lo enseño, para que veas que no digo mentiras!!
El bobo y anodino vecino la siguió por no llevarle la contraria. La niña exultante a punto de gritar victoria le enseñó un domo de cristal con una figura de unicornio dentro, repleto de colores y realismo al mismo tiempo, por extraño que parezca, quizás porque también le acompañaba la figura de un árbol en su máximo esplendor primaveral.
- ¿Lo ves ahora? No puedo sacarlo de aquí, porque es como las otras bolas con nieve que tienen los demás. Son bolas mágicas. Igual que la nieve sigue cayendo en verano y no se derrite, mi unicornio y su arbolito están así conmigo siempre que quiero.
El vecino bien adiestrado por la cruda realidad cotidiana, enmudeció ante el argumento de la chiquitina. Había olvidado que él una vez, no hacía tanto tiempo, también había sido un niño.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales