Historias escritas para ti... SIEMPRE INTENTÉ RECORDAR PARA NO TENER QUE OLVIDARTE Cap.2

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Capítulo 2

 

Retomando la lectura del capítulo anterior...

 

Cuando la oscuridad se hacía latente recogíamos a los chicos llevándolos al campamento improvisado en aquel lugar que habíamos tardado tanto en encontrar, pero bueno ahora estaba allí preparado para albergar a esos reclutas, que como a Mario aún les faltaban unos días para serlo cuando se desencadenó la trágica riada.

 

Fue entonces cuando les presente... con un fuerte apretón de manos delante de algunos compañeros, sellaron aquella amistad que con los años les haría sufrir más si cabe que con aquel desastre que estaban viviendo...

Ya que las miserias no vienen solas, ninguno de los dos tenía una familia que les permitieran vivir su amor juntos, primero por no declarar lo que sentían y confundirlos con el silencio que da el miedo a ser uno mismo cuando en la sociedad no eres aceptado como tú sabes que eres.

Y en segundo lugar, dejando a un lado todo lo demás ni ellos mismos saben lo que se pierden si no acepta tu condición pues puede que en un futuro se vean solos y apartados de los seres queridos, como ellos dos se vieron al tener que separarse cuando toda la catástrofe fue decayendo en una normalidad que no necesitaba ya el favor de los voluntarios.

Pero para aquello aún debía de pasar un tiempo, un tiempo que los dos amigos y yo mismo aprovechamos para conocernos, bueno yo conocía a Mario éramos del mismo pueblo, al que no conocía era a Pedro, pero como digo llegue tarde y fui aquel amigo que mantiene un triángulo amoroso partiendo de la amistad y tuve que conocerlo haciendo de Celestina para ambos.

 

Les avise de que tuviesen cuidado, pero ninguno de los dos me hizo caso, y un buen día en que las tareas ya eran menos, nos dieron unas horas de permiso para que fuésemos a visitar a nuestras familias los que no éramos de la capital.

Y así es como lo hicimos, pero Mario se llevó a Pedro con él, yo sabía que a la vuelta tendrían problemas ya que la gente no veía bien que dos hombres fuesen solos si no era para ir al fútbol o a los toros, insistí en acompañarlos pero no quisieron, por lo cual lo que puedo contar ahora se debe a lo que ellos mismos me relataron y lo que yo percibí al ver sus cuerpos magullados.

La ida al pueblo fue de lo más normal, al ir juntos formando aquel trío juvenil nada hacía sospechar de nuestra condición, es más hasta ellos al cruzar por los campos en los que tan solo las naranjas de los árboles eran testigos de nuestra presencia, se cogieron de la mano, felices y contentos caminamos, bromeando incluso me decían que me buscase un amigo para que cuando todo aquello terminase, saliéramos juntos como dos parejas...

Estaban ilusionados, yo mismo no es que lo estuviese menos, pero sabía que Mario encontraría en su familia un obstáculo de los más grandes y sortear los conflictos que vendrían cuando se presentase con Pedro, inclusive si mantenía la idea de declararse ante su familia como lo que era desde que nació.

Y tal y como lo pensé así ocurrió, o aquello al menos es lo que me contaron cuando regresaron, heridos por dos veces en el mismo día, una de aquellas agresiones y me lo dijeron textualmente, salio del padre de Mario que nada más verlo entrar en su casa al comenzar a hablar sobre la posibilidad de marcharse cuando todo se normalizará, a trabajar a Madrid lugar de donde venia su amigo Pedro, quien mintiendo le dijo que le había ofrecido un puesto en la empresa que regentaba su padre. No muy lejos de la realidad estaba aquella falsedad que los dos maquinaron momentos antes de llegar a la puerta de la casa donde vivía Mario, fue cuando yo no estaba presente, después de atajar el camino hacia la mía unos metros más adelante.

El asalto verbal se terminó con un rotundo “no” y la conversación cesó por completo, casi hasta la hora en la que tenían que volver, solo su madre la tía Teresa, les brindó la mesa para que comiesen mientras el tío Blas seguía arreglando el campo, allí espatarrado entre surco y surco, ignorando como su mujer lo llamaba para que se uniese a ellos.

Sufriendo un segundo atraco a sus intimidades por parte de otros homófobos, cuando casi anocheciendo se pararon cerca de una acequia para jurarse amor eterno.

Hecho que me detallaron en su totalidad cuando ya en el campamento les encontré a mi vuelta curándose las heridas que los dos llevaban en la cabeza... y el que me reservo por no dar más color al delito cometido por aquellos provocadores que metiéndose en la vida ajena de otras personas dejan de criticar la suya propia.

 

Habían pasado varios meses, cuando las tareas de reconstrucción de la capital del Turia se encontraban en su fase final, haciendo que los quintos venidos desde sus respectivos cuarteles donde prestaban a la patria el servicio militar, fueran rebajados de sus obligaciones para y con la riada.

Llegaba entonces el momento de la despedida, Pedro recuperaba su libertad entre comillas, pues aún le quedaban unos cuantos meses que cumplir, lo haría ahora destinado a las dependencias militares en “El Goloso” a las afueras de Madrid. Al contrario que Mario que lo reclutaron cuando la tragedia se desató, incorporándose al servicio días después de la partida de su amigo, allí mismo en su ciudad, en el cuartel de la Alameda y donde yo lo acompañaría todo aquel tiempo para consolarlo y hacerle más llevadera su primera separación.

 

Alejamiento por su parte que en mí persona crearía una secuela de adhesión cariñosa, pues me enamore como un chiquillo de mi rubio subordinado por mi cargo superior que ostentaba en aquellos momentos. Pero no creáis que la historia cambia por ese hecho en concreto, no, todo continuaría igual, él jamás sabría de mis sentimientos hacia su persona, intente por todos los medios de que se sintiera apoyado por mi amistad y por comprender como él, que no hay nada malo en que dos hombres se amen.

 

Aunque no quiero ponerme triste, los recuerdos de aquellos días vividos con Mario hacen que me aflija y asomé ligeramente a mis ojos esa agua salada que son las lágrimas...

 

 

Continuara

 

 

 

©Adelina GN

 

 


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