El celibato es una droga

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Que deje de llover de una puta vez. Si ayer me gustaba la lluvia, hoy ya no. ¿Cómo quieres que te lo diga? ¿Cómo coño quieres que te haga entender que la lluvia no, ya no me gusta? Prefiero el calor, el desierto, la arena, el sol a todas horas. El verano. ¿El averno? ¡Qué va! Pero tienes que entenderme cuando digo que la lluvia, la niebla, el frío, la tarde plomiza, el cielo color mierda, los truenos, el segundo antes de que haga aparición la noche con su inmensidad, todo eso me aburre, me asusta. ¿Te asusta? Sí, me asusta, pero sobre todo me aburre.

 

Lo que puede llevarme al suicidio es el aburrimiento. Lo que te digo. Escúchame. El aburrimiento está a punto de terminar conmigo.

 

Si este dolor permanente consigue mantenerme consciente, ¡viva pues el dolor, hijoputa! Aparta de mí la morfina, ¿quieres? Mientras sepa que hay dolor, sabré que estoy vivo, que peleo por este trozo de tierra, por esta casa, por mi familia, por mí.

 

La máquina de escribir hace ruido en la madrugada de los incapaces. Obreros, lectores, curas, banqueros, albañiles, administrativos, catedráticos, camareros, testigos de Jehová. El ruido me aísla de la mediocridad. De todos ellos, de mí también. El escritor maldito ensucia el papel creyendo que podrá matar ese yo de carne, ojos verdes, boca fea, dientes amarillos. Cree (tiene derecho a creer) que las palabras lo llevarán al callejón sin gusanos que aguardan.

 

Las mujeres están muy lejos. El sexo es historia. Está en los cuadros. Ni siquiera en los libros. No hay porno que me interese. Muerto el sexo se acabó la rabia. ¿Por qué ríes? Tú que no follas, que cortas manos para masturbarte con el frío del anonimato.

 

El celibato es una droga.

 

Las pastillas que ordenan que tome, las tiro por el retrete. Cagar y tirar pastillas a las hora.

 

En la librería de la calle, aquí abajo,  está mi último libro en el escaparate. "Apalancamiento”. Se vende muy bien. Traducido al chino mandarín porque lo ordenó el Partido Comunista. El periodista me pregunta de qué va. ¿Lo has leído? Y responde afirmativamente. ¿Verdad que al llegar a la página 54...?

 

Es verdad, al llegar a esa página entran ganas de cerrar el libro, e parar de leer.

 

Pero sigues.

 

¿Por qué?

 

Es el dolor, muchacho. El dolor. Saber que duele es lo que hace que vivas. No te apalanques, ¿vale? Y ahora vete a tomar por culo.


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