Un día, cuando era niña y estaba en casa de mi abuela, me acerquè al gallinero, pues, escuchaba mucho alboroto. Ví un cachorro que corría detrás de un pollo, este estaba fuera del gallinero. Yo empecé a correr detrás de los dos, gritaba llamando a mi abuela. Al cachorro no le importaba que yo le siguiera, mi presencia le era indiferente. Arrinconó al pollo y lo cogío con la boca de un lado, fué cuando me miró por primera vez. Era un animal pequeñajo, flamélico, casi sin pelo y la cola era demasiado larga para el, y también sin pelo. Lo que más me impresionó fueron sus grandes ojos naranjas, me quedè hipnotizada por ellos, reflejaban algo salvaje, un ansia desesperado. El bicho al verme petrificada, se largó. Aquel animal era muy raro, y estaba muerto de hambre. El pollo en su boca, tenía las patas tiesas y parecía muerto. Yo, seguía quieta, mirando como se alejaban hacia el monte, cazador y presa. Mi abuela se puso a mi lado, mirando en la misma direcciòn que yo y djjo; - ¡Ya volvió la zorra!. Miré a mi abuela y dije: ¿Eso era un zorro?. Me miró y afirmó con la cabeza, dijo; -¡Tiene crias, por eso está tan flaca!. Esa fué la primera vez que ví un zorro tán de cerca, no me dió miedo, me los imaginaba más grandes, peludos, feroces y en realidad me dió mucha pena. Aquel superviviente, si que era un auténtico ser mitológico del bosque y visible a plena luz del día.
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