Trinitario a sus noventa años, volvía de Francia a su pueblo natal. Él y su padre se fueron del pueblo después de la guerra. La guerra había sido aprovechada por un vecino cruel, para decir que su familia eran "rojos". El vecino tenía poder en el pueblo, hizo un escrito que mandó como denuncia, en el, solo contaba mentiras hacerca de sus vecinos. Toda la familia de Trinitario fué encarcelada. Su hermano pequeño murió de un golpe que le dieron en la cabeza, la noche que los sacaron de casa, su hermana murió de tuberculosis en la carcel, su madre se murió en la carcel, del hambre, del frío, estaba devil de los pulmones. Dos años después salieron su padre y Trinitario de la carcel. Marcharon a Francia, ya que aquí habían sido despojados de su casa y terrenos. Trinitario traía las cenizas de su padre con él, más tarde, llegó a su pueblo y se plantó delante de la casa azul que algún día fué suya. Seguía siendo azul, con tejado azul. Vió salir de ella a una chica muy arreglada. Un hombre anciano que iva arrastrando los pies, le saludó, habían sido compañeros de la escuela. Lloraban al hablar del pasado y presente, el señor le contó a Trinitario que ahora su casa era de una nieta del que los denunció, hace tanto tiempo. Trinitario tenía un misión; depositar las cenizas de su padre por el jardín de la que fué su casa. Esperó a la noche, mientras, hizo visitas por el pueblo. Todos los vecinos a los que visitó lloraban por lo terrible e injusto que fué todo lo que le pasó a su familia. Se despidió de los últimos vecinos y entró al jardín de su casa azul. Empezó a dejar caer las cenizas de su padre entre los rosales, los tulipanes, las hortensias, las margaritas, las petúnias. - ¡ Fuera de mi jardín!, larguesé o llamo a la policía!. Una chica bajita y regordeta le miraba desde la puerta de la casa. Él estaba en una especie de trance, llorando y rezando, hasta que los gritos de la chica le devolvieron a la realidad, se aproximó a la chica. Estaba muy alterada, de inmediato la apariencia de la chica le recordó al que fuera su abuelo, tenía los ojos pequeños y mezquinos como él. Desde donde estaba, podía ver algo del interior de la casa, vió el grán reloj de cuco de su difunta madre. Bajó la mirada y allí estaba la chica, hablaba y hacía preguntas, después eran amenazas. Pero Trinitario no la oía, ella estaba pisando el lugar donde su hermano pequeño se desangró y murió. El recipiente de las cenizas se le cayó de las manos. ¡ No era justo! , se decía para sí. Su hermano muerto y aquella malasangre gritona no devería estar allí. La cogió del pelo y la empujó para entrar él a la casa y cerrarse dentro. Todo estaba cambiado, la chica golpeaba la puerta y gritaba. Él fué a la cocina, casi podía ver a su madre cocinando y a su hermana poniendo la mesa. Las lagrimas le nublaban la vista, un terrible dolor en la garganta hacía que las lagrimas no parasen. Todo lo que veía le producía dolor, su familia había sido destruída y su vida también,injústamente. Cogió un cuchillo y se hizo un profundo corte en la mano, la sangre empezó a brotar y a regar el suelo. Salió de la cocina y se empezó a recorrer la casa. El dolor le provocaba cierto valor, su mano ensangrentada recorría las paredes, los adornos, las habitaciones que les negaron, la vida que les quitaron. En el baño se recreó en dejar su sangre, los azulejos azules eran los que puso su padre, eran suyos, pero disfrutados por otros. La herida de su mano no paraba, casi había recorrido la casa entera, sus paredes, cuando vió, una escultura de la virgen del Carmen que había sido de su madre, a ella no la protegió pero parecía que a sus enemogos si. La puso la mano en el bello rostro, tiñendola de sangre de su verdadero dueño, que acabó arrojandola contra la pared. Vio la habitación de su hermana, ahora sería de invitados. Su hermana había salido de allí a la fuerza, para no regresar jamás, para morir. Allí estaba el antiguo armario de media luna, se vió reflejado en el, pero cuando era un niño, y aún no sabía lo horrible e injusta que podía ser la vida. Empezó a tirar los adornos que encontraba a su paso, pero en una comoda había fotos de su mayor enemigo. Miró las fotos enmarcadas, en una estaba siendo premiado, en otra estaba en una boda, en otra estaba con su familia. Habìa vivido a lo grande. Los marcos fueron pisoteados y las fotos hechas pedazitos. Trinitario ya había perdido mucha sangre, justo cuando la policía logró abrir la puerta, él se desplomaba sobre una grán alfombra, su mano seguía derramando sangre. Sangre que le había dado vida para volver a su casa, donde fué feliz. Encima de él estaba una preciosa lampara, que fué de sus padres, un regalo de boda. Era como el último punto predestinado, donde debía parar e irse. La policía encontró el cuerpo del anciano ya sín vida. La chica contrató a una empresa de limpieza, para limpiar sangre, desperfectos y seguir viviendo en la casa azul. Días después, todas las flores del jardín se secaron, más tarde la casa se llenó de goteras, humedades. Tiempo después los cimientos se movieron, las puertas no cerraban y las paredes se llenaron de grietas. A pesar de todo, la chica insistía en arreglar los desperfectos, seguir viviendo en la casa azul. Ún día el tejado de teja azul se desplomó, buscaron a la chica entre los escombros, la encontraron en la habitación que murió Trinitario. Estaba sobre la grán alfombra, la hermosa lampara del techo estaba sobre su cabeza, le había roto el craneo, provocandole la muerte.
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