Aquel día

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Enviado el , clasificado en Intriga / suspense
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Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece, como una estrella fugaz en el firmamento, así fue mi despertar, rápido pero lento a la vez.

Una sonora alarma me despertó de mi profundo sueño, parecía programada a esa misma hora, las trece...

Me levanté y, una vez estaba consciente de lo que me rodeaba, contemplé y me dí cuenta de que; no era mi casa, aquella, no era mi casa. Pero... ¿Cómo acabé allí? De repente un grandísimo dolor de cabeza y un fuerte dolor en las costillas se hicieron dueños de mi ser. Ajeno a todo aquello me dispuse a salir de allí, cogí todo lo que me pertenecía y me fui sin dejar rastro ninguno. Salí a la calle y tras situarme me di cuenta de que mi casa, mi verdadera casa, se encontraba a apenas cinco manzanas de allí.

Una vez llegué a mi acogedora casa, me senté en un sillón con mi peculiar copa de whisky reposando sobre mi mano, inaudita, balanceándose y asimismo jugando con los hielos en los que se sumergía. Entre trago y trago iba intentando descubrir qué sucedió para hallarme en una siniestra casa, desconocida y ajena a la mía, y sobretodo quién es o fue aquella persona que propinó que yo amaneciese allí.



Todo empezó una tarde luminosa sin embargo fría, el frío viento dejaba en un segundo plano al cielo despejado con dulce y cálida luz. Mis amigos y yo nos reunimos como de costumbre en un bar céntrico de la ciudad, ajenos a lo que después sucedería charlábamos y bebíamos, cuando nos quisimos dar cuenta el propietario se disponía a cerrar el establecimiento.

Poco mas tarde salimos del bar y cada uno se dispuso a irse a su casa, yo, que me encontraba en estado ebrio encontraba cierta dificultad al andar, eso si, era consciente de mis actos y de lo que sucedía a mi alrededor. Las farolas alumbraban las solitarias y oscuras calles, se respiraba una ambiente frío y tenebroso. De repente oí unos pasos, alguien me perseguía, pero... ¿Quién era? ¿Qué quería? En un principio no le di importancia, pero poco a poco me iba asustando más el echo de que esa persona buscaba algo de mi que yo desconocía.

En una de mis emboscadas miradas hacia aquel siniestro hombre, miraba furtivamente pero de repente desapareció de mi vista, respiré aliviado, un estado de bienestar se apoderó de mi.







Para mi desgracia todo intento de felicidad fue en vano, ya que al doblar la ultima esquina próxima a mi casa me lo encontré, era un hombre de mediana estatura y un andar peculiar mas tarde me daría cuenta de que poseía una pierna ortopédica, su rostro se escondía bajo una máscara oscura y su mirada parecía un puñal.

Mi cuerpo paso de un estado de alegría a un estado de desasosiego total. El hombre se abalanzó sobre mi, yo intenté oponer resistencia pero fue inútil su inaparente fuerza pudo conmigo. De repente perdí el conocimiento.

Como si me hubiesen dado una paliza amanecí lleno de golpes y amordazado a una silla. El sitio en el que me encontraba era oscuro y húmedo, miré por una pequeña ventana que me dejaba ver el exterior, observé que el sitio en el que me encontraba era una pequeña cabaña situada en algún lugar de la sierra así que mis intentos de que alguien me escuchase eran inútiles.

Me pereció oír un ruido que procedía de una habitación próxima a la que yo me hallaba, una voz rugosa y tímida a la vez como insegura como si no supiese lo que esta haciendo o lo que estará apunto de hacer, aquella voz era sin duda de una persona varonil. De repente algo se oyó por encima de las demás palabras, -No puedo matarlo, sería demasiado rápido y levantaríamos demasiadas sospechas-.

¿Con quién hablaba? ¿Se refería a mi?. La angustia y la desesperación arraigaban fuertemente sobre mi e inmediatamente aquel hombre entró en la habitación.Tranquilo chico, no vamos a hacerte daño-. Su mensaje esperanzador no me tranquilizó en absoluto. Se dispuso a darme algo de comer pero yo no tenia mucho apetito y siguió haciendo cosas en la habitación, yo no podía verlas, una de ellas fue quitarme la única visión del exterior que yo tenía.

Así pasaron unas cuatro semanas, desesperado, sólo podía pensar en mi familia y amigos, en estos casos te das cuenta de que a las cosas que verdaderamente le das importancia, al fin y al cabo no la tienen. Eso me hizo más fuerte y pude soportar todo tipo de maltratos a los que me sometieron, buen ejemplo de ello eran la rutinarias y duraderas palizas a las que me sometían.

Cada vez la comida era más escasa y mi cuerpo se desnutría a la vez que mi voz se desgañitaba en numerosos intentos por encontrar una hipotética ayuda del exterior.

Después de pasar seis meses contenido en aquel lúgubre cuchitril, me liberaron, sin saber el por qué y quién. Desperté en un apartamento distinto entonces me di cuenta de mi libertad, me fui de allí a donde realmente te valoran de verdad en mi casa con los míos. Desde entonces cada día pongo el despertador a las trece... Y pienso, bendito aquel día que me desperté a las trece.

 


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