Cuando la última cena se convierte en la primera
Hace algún tiempo me relataron una historia. Ignoro si es cierta en su literalidad, pero doy fe que su moraleja es tan real que no puedo más que contarla aquí y ahora.
Allá por el año 1496 el duque Ludovico Sforza, de Milán, encargó una obra para el refectorio (sala-comedor en conventos, monasterios) del convento dominico de Sta. María delle Grazie de Milán al gran Leonardo da Vinci.
Siete años invirtió el genio en culminar ésta explendida pintura mural donde se representa a Jesús en el centro, junto a sus apóstoles Bartolomé, Santiago, Andrés, Judas, Pedro y Juan a su inquierda y Tomás, Santiago el mayor, Felipe, Judas Tadeo, y Simón a su derecha.
Para todos ellos utilizó como modelos a personas reales que encajaran en el perfil que su privilegiada mente habría buscado.
Uno por uno fué dando forma y contenido a la pintura y sin embargo hubo un personaje que se le resistía... Judas el traidor.
Habían transcurrido más de seis años desde que comenzó la obra y el modelo para el rostro de Judas no aparecía hasta que una mañana Leonardo se dió de bruces con un haraposo que mendigaba en la plaza, no tendría más de 35 años aunque su rostro No fué difícil hacerle posar, de hecho por su actitud se podría aventurar que no era la primera vez que trabajara de modelo para una pintura.
No pasaron muchas horas cuando el modelo preguntó: Maestro, ¿acaso no me conoces?
-No, ¿nos hemos visto antes?
-Sí Maestro, hace cinco años posé para tu Jesús.
¿ERES JESÚS? PERFECTO, PERSEVERA NO TE OLVIDES DE QUIEN ERES.
¿ERES JUDAS? NO PARA SIEMPRE, TIENES PODER, TIENES UN JESÚS DENTRO DE TÍ.
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