El fin justifica los medios... (vispera de un nuevo encuentro)
Por DavidDeSiempre
Enviado el 04/05/2017, clasificado en Adultos / eróticos
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La noche estaba perfecta, como cada viernes, a una cuadra de mi edificio, había muchos chicos y chicas bien arregladas dándose cita en ese bar tan conocido por todos y que divide opiniones por su ambiente muy degenerado, chicas promediando edad de 20 años, todas con faldas o vestidos cortos, pequeños shorts y blusas transparentes, lucían como un bufet delicioso, chicos atléticos y juveniles, algunos fumando cigarrillos de hierba, conformaban la acostumbrada muchedumbre en la puerta del “Manhattan beach”.
Entre al estacionamiento de mi edificio, respire profundo, Melanie acaricio mi pierna y me miró fijamente, su rostro bello reflejaba una ternura que por un momento me conmovió, luego me beso muy suave en la boca.
-Mi papito precioso. Cuanto te agradezco que me hayas dado una tarde tan increíble, el placer de sentirme observada por ti mientras la señora Amalia te masturbaba me lleno de perversión, además. –Dijo mordiéndose los labios. –hoy fue la primera vez que chupe un coño, y debo admitir que me encanto, creo que iré a festejar al Manhattan, me gustaría que fueras conmigo, pero sé que tu esposa esta primero.
Sonreí y acariciando su pelo le di un beso en la frente, salimos del auto y ella subió hacia su departamento.
Puse la alarma en mi auto y en ese momento, mi teléfono sonaba con el número de Amalia, conteste, y con una voz agitada e inmensos sollozos, Amalia me saludo.
-Hola, David.
-¿Que paso? ¿Hablas para quejarte de mi niña?
-No maricón, al contrario, me fascino su actuación.
-entonces… ¿A que debo tu llamada?
-Prepara a la niña, este fin de semana ponla hermosa, mañana enviare a mi chofer con dinero para que le compres un par de vestidos y zapatos altos, que la lleves al salón para que se ponga aún más hermosa.
-¿Mañana?
-No cabrón, mañana mando a mi chofer, tú prepara a la niña para que el lunes este impecable, el lunes mismo la quiero para mi sola, quiero festejar con ella el cierre de un negocio.
-Como tú lo ordenes querida pero, como su manager, debo velar por sus intereses.
-Acaso ¿Quieres ofenderme David? No debes preocuparte, además de comprarle cosas ese por ese encuentro, también pagare los honorarios de ambos. ¿Te parecen cinco mil?
-Cinco mil –Dije moviendo la cabeza de un lado a otro.
-Estamos hablando de dólares Licenciado, acaso ¿Pensaste que te iba a pagar con nuestra moneda tan devaluada?
Sonreí, cerré el trato con la pervertida Amalia y camine a mi departamento, antes de llegar vi salir a una mujer con su hija, de unos 11 años, coqueta y muy hermosa, sin duda, una de las visitas consentidas por mi mujer, <Gracias doctora, hasta luego> escuche decir a la mujer, salude con modestia y me pare en la puerta de mi departamento.
-¿Tu victima mi amor?
-Aun no, pero pronto. ¿Cómo te fue con tus putas, mi amor?
-Bien, hoy la niña se portó de maravilla y Amalia, ¿la recuerdas? Quiere verla otra vez el lunes.
-¿Tan buena es?
-¿Te cuento?
-No hace falta, si te llamo la atención a ti, sé que debe tener su encanto.
Nos sentamos en la sala, mi esposa trajo piñas coladas con mucho hielo, el calor la tenía en un ligero vestido sin sostén y sin tanga, seguramente para seducir a su pequeña víctima, bebimos un poco y luego ella se sentó sobre mí, montándome y empapando mi pantalón de su humedad.
-Y esa perra de Amalia ¿sigue gritando como idiota al coger?
-tan fuerte como aquella vez.
-Es increíble que aún se vea tan guapa a pesar de su edad, esas operaciones hacen milagros.
-¿Dónde está Duncan?
-Quiso ir a dormir en casa de su amigo, ya tienen 14 años, más bien, yo creo que se fueron al manhattan con las putitas que vienen para ver si se puede coger a alguna, tu hijo salió bueno para eso del calzón, así que no se me haría extraño.
-Mi hijo es un cabrón, al menos ya sabe cuidarse, tanto de las drogas como de las putas.
Terminamos nuestro trago, enseguida mi esposa subió completamente su vestido, me beso en el cuello y mientras mordía mi labio inferior, me jalaba del cabello muy fuerte, me dio una mordida fuerte en el hombro que unas gotas de sangre resbalaban lentamente. Sus uñas se clavaron en mi espalda y su humedad me tenía empapado el pantalón, la tire en el sillón, <no te muevas> le dije y ella me obedeció sin negarse, tome los hielos que quedaban en los vasos y coloque dos en cada uno de sus pezones, un gemido se escuchaba cada que colocaba un nuevo hielo, puse hielo en su ombligo, en su cuello, en su abdomen y otro sobre su clítoris ya erecto. Su respiración se agito enseguida y gotas de agua escurrían estremeciendo su piel erizada.
Cuatro hielos me sobraban, y uno a uno fui introduciéndoselos en su vagina, gemidos cada vez más fuertes, se escuchaban cada que un cubo de hielo entraba, presione el hielo que se encontraba en su clítoris, lo moví en círculos lentos y conforme los demás hielos se hacían agua, mi velocidad iba en aumento. Sus pezones duros y fríos se sentían deliciosos, luego de unos círculos más, ella reventó en un orgasmo inmensamente caliente que nadie sospecharía que adentro de su ser había algo frio.
Entre gemidos y espasmos la cargue y la lleve a nuestra habitación para hacerla mía, durante un par de horas nos disfrutamos tan calientes como el sol, tal vez ella pensando por momentos en su próxima presa, yo por momentos, recordando a Melanie siendo abatida por dos hombres a la vez. Después de este hecho, casi al llegar la media noche, nos quedamos rendidos desnudos en nuestro lecho nupcial.
Me sumergí en un sueño que más bien fue recuerdo, de la vez en que Amalia nos invitó a mi esposa y a mí a cenar en su casa, me vi en la mesa junto con Braulio y la sobrina de Amalia, esa que a sus 12 años tuvo a bien complacer la degeneración de mi esposa frente a los ojos de todos.
Desperté sudando al recordar aquella noche que no termino nada bien, y recordando esa vez en que las cosas se salieron de control, escuche que la puerta principal se abría y me puse mi pijama para ver.
-Buenos días papá.
-Cálmate exagerado, es la una de la madrugada, aun son noches. –Le dije dándole una palmada en la espalda.
-¿Cómo te fue? –Le pregunte.
-Bien papá, ya sabes, lo de siempre.
-¿Te cuidaste?
-si claro. –Me dijo caminando a su cuarto. –Hasta mañana.
-Descansa hijo.
Después de revisar que no oliera a alcohol y ver que su mirada no reflejaba dopaje, nos despedimos y nos fuimos a dormir.
Al punto de las 10 de la mañana, tocaron la puerta, era un hombre de traje que decía ser el chofer de Amalia Versan. Pasamos al despacho y estando ahí, me dio dos sobres, uno con dinero para dejar a la niña exuberante y en el otro, un fajo con el dinero prometido por Braulio y billetes de dólares que eran el pago adelantado.
Continuará…
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