La mamada del terror

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Con Susana siempre habían miradas risas y amistad. Yo no quería empañar nuestra amistad que se inició cuando llegó a trabajar y tomo el puesto de secretaria donde trabajo.

Solíamos almorzar juntos en el último piso del edificio y ese día fuimos al último turno de colación.

Estábamos ambos dejando la comida en el microondas cuando Susana me dice. 

-Cesar ve si viene alguien, que me fumaré un cigarro.

-Ni se te ocurra que nos pueden despedir vamos mejor a la calle y ahí fumamos los dos.

-Me encanta tu rectitud para todo eres así.

-Tengo deudas y quiero seguir pagandolas.

Cuando la miro Susana ya había prendido el cigarrillo.

-Mierda que eres porfiada, apágalo Susana, rápido, me parece que viene alguien.

Nos acercamos a una oficina del aseo y nos escondimos en penumbras a esperar que se fuera la persona cualquiera que fuera. La oficina era muy pequeña, así que ambos estábamos pegados uno al otro y por primera vez.

Tomé su cintura con una mano y con la otra acallé su risa para que no nos sintieran. Ella giró hacia mí y también me abrazó, sentí sus manos posarse en mi espalda y empezé a sentir su respiración entrecortada. Ambos reímos de la situación, su aliento era fresco y cálido, lo sentía en mi cuello. En eso le comento:

-Mierda tengo mi comida en el microondas y no aguanto el hambre. Lindo el numerito que hiciste.

- cómeme... - me dijo al oído.

Yo entre reír o dudar le dijo en broma por donde empiezo, ante lo cual ella me dice

-Yo soy la dama y comeré primero - me besa con una pasión desbocada apegándose a la pared, sentí sus pechos en mi torso y los sentía grandes inmensos míos.

Me dice entre besos cortados: - siempre quise besarte esa boquita de rubí.

Mi excitación no daba más.

-Susana me vuelves loco. - le dije.

Ella me besa aún más fuerte y me apretaba mi bulto que con el pantalón de trabajo parecía escapar de su rumbo.

- No sigas por favor que no me controlo.

-Es es la idea cariño déjame comerte.

Siento que lentamente baja hacia mí pantalón y deja escapar todo mi pene erecto, sus manos tibias me apretaba y masajeando mi pene duro, bruto, a punto de explotar.


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