Confesión intercambio

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Hace unos días fui conocedor de una revelación inesperada que considero merece la pena ser compartida...

Hace ya unos cuantos años, estuve saliendo con una compañera de trabajo. Nuestras charlas diarias en la empresa nos permitieron conocernos a niveles de muy alta complicidad. Estuvimos algo más de un par de años saliendo. Después, tanta confianza derivó más en una amistad que en una relación. Hasta que finalmente me trasladaron de ciudad y poco a poco perdimos el contacto.

La cuestión es que durante nuestras charlas nos llegamos a confesar muchas cosas. Entre ellas, antes de salir juntos, nos confesamos que personas nos gustaban en la empresa. La sorpresa fue cuando descubrimos que nos atraía la misma mujer. Ella se consideraba hetero. Pero en el pasado había tenido alguna que otra experiencia lésbica que no le había desagradado. Su frase era que te enamoras de la persona y no de su sexo. Y había sentido tanto por chicos como por chicas. Poco a poco nos fuimos adentrando en confesiones cada vez más calientes sobre relaciones anteriores, fantasías, fetiches y poco a poco creo que se fue cociendo un deseo mutuo que estalló un sábado noche en el cine. Uno de sus despertares sexuales fue viendo una película en la que un actor camuflaba su pene en el cartón de las palomitas. Introduciéndolo por debajo del vaso. Él y la chica con la que había ido a ver la película, sentados en la oscuridad, iban comiendo palomitas, hasta que de repente ella tocaba algo inesperado. La escena en ese caso no acaba bien. Yo me infundé de valor y llevé el plan a cabo. Compramos las palomitas, nos sentamos a ver la película y cuando apagaron las luces, disimuladamente pues en marcha la hazaña. No olvidaré nunca la cara que se le puso cuando de repente tocó algo que no eran palomitas. Al principio rojos como tomates los dos. Después me dejó alucinado. Ni corta ni perezosa introdujo de nuevo la mano en el vaso de palomitas y con una suavidad extrema empezó a deslizar su mano de arriba a abajo. Recuerdo su habilidad para presionar levemente el prepucio levemente antes de cada bajada. Lo que no me esperaba fue ver como subió su vestido y sigilosa y habilidosamente, sin perder el ritmo de su mano sobre mi pene pajeándome suave, se quitó su tanguilla dejando a la vista su rasurado clítoris. Apenas lograba distinguirlo entre los destellos de la pantalla. Pero si atiné a verlo totalmente depilado y abultado. Con el mismo ritmo que mantenía en su mano sobre mi pene ya un tanto lubricado, sincronizó su otra mano sobre sus labios. Primero por encima, así estuvo unos minutos hasta que noté como aceleraba sus movimientos. Atiné a acercar mi mano a su entrepierna y ella me la tomó y la acompañó a su vagina. Estaba ardiendo y tremendamente empapada. Con su mano sobre la mia me mostró como quería que la acariciara... la excitación fue tal que no pude resistirme más y me corrí. Con una intensidad que hacía tiempo no sentía. Noté como empapaba su mano a la vez que ella exprimía mi pene para sacar hasta la última gota... apenas unos instantes después notaba como su vagina empezaba a comprimirse y cerraba ella de golpe sus piernas dejándome la mano inmóvil en su entrepierna. Fue nuestra primera vez...

Se destapó la caja de pandora y fueron muchas las fantasías llevadas a cabo por parte de ambos. Descubriendo los niveles de complicidad que se pueden atravesar a medida que vas conociendo el lado más íntimo y personal de la otra persona.

La cuestión es que me encontré de nuevo con ella por casualidad e hicimos un café para rememorar los viejos tiempos. Hacía probablemente más de 5 años que no nos veíamos. Estaba muy guapa y conservaba su mirada dulce y traviesa de antes. Me explicó que llevaba algo más de un año saliendo con una chica. Y aquí viene la confesión. Pese a la complicidad que nos teníamos no sabe porqué no lo compartió nunca conmigo. Y me explicó tal cual:

- Recuerdas en la Boda de Irene (una compañera de la empresa donde trabajábamos que invitó a varios compañeros: entre ellos Sonia, la chica que nos había gustado a los dos que vino acompañada de su marido y a nosotros). En aquella boda bebimos mucho. En un momento dado entablé conversación con Sonia. No era la primera vez que hablaba con ella. Y conocía muchas intimidades sobre ella y su marido. Entre ellas sus ansias por probar alguien diferente a su marido pues no había estado con nadie más. Le pregunté que opinaba sobre probar con una mujer o plantearse realizar un intercambio y me comentó que nunca le habían atraído las mujeres y que su pareja era tremendamente celoso. Ambas seguimos bebiendo y charlando y fue entonces cuando le confesé que a tí te había gustado ella antes de estar conmigo y que además yo no era celosa. Que no me importaría hacer un trío. Pero ella sentía muchísimo pudor. Ahí se me ocurrió una propuesta que nunca imaginé. Ambas parejas dormíamos en el hotel después de la fiesta. Le ofrecí intercambiar nuestras habitaciones durante una hora en mitad de la noche. Cuando estuvierais dormidos. Cosa que fue fácil puesto que todos íbamos muy bebidos. Le comenté que con la luz apagada y al tener la misma complexión, vosotros apenas notaríais la diferencia. Y mas con lo bebidos que íbamos.

(continuará)...


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