UNA EXCURSIÓN SINGULAR 1

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Un soleado sábado a mediados de los años 70 del siglo XX mi amigo de la infancia llamado

Matías y yo decidimos  hacer viajar a Perpignan que como se sabe es una población del

sur de Francia a ver la famosa película de la que todo el mundo hablaba llamada EL ÚLTIMO

TANGO EN PARÍS del director italiano Beernardo Bertulucci, e interpretada por un decadente

Marlon Brandon y la malograda actriz María Shneider.

Mi amigo Matías que había varias novias pero no había conseguido acostarse con ninguna y

ahora se sentía más frustrado y más solo que nunca, andaba ansioso por ver films eróticos en

los que salieran escenas que no se podían ver en las pantallas hispánicas a causa del régimen

politíco confesional que sin ninguna duda era una herencia de la Contrarreforma del lejano

siglo XVl; razón por la cual cuando uno asomaba la nariz a cualquier país europeo se le ponía

en evidencia que en nuestro rincón del mundo vivíamos encerrados en una vitrina atemporal.

Así que tan pronto como nos hubimos hospedado en un anacrónico hotel, y hubimos almorzado

en un restaurante en el que nos sirvieron una fuente de ostras alargadas de la región, a la vez

que tomábamos vino blanco de la casa, nos dispusimos a ir a ver la película en cuestión.

Mas antes de poder adquirir las localidades tuvimos que esperar nuestro turno en una 

interminable cola de compatriotas nuestros quienes también deseaban ver la misma película

que les podía satisfacer su morbo, puesto que como es de suponer lo prohibido tiene la fuerza

de un imán capaz de atraer nuestra atención; o asimismo muchos de ellos querían ver cintas

de más calado pornográfico. Pues yo sabía que muchas parejas iban allí a aprender alguún

que otro número sexual para pasárselo bien en la intimidad, puesto que hasta hacía bien

poco muchos matrimonios fornicaban con la luz apagada, por aquello de un trasnochado

recato.

Al fin una vez en la sala de proyección y acomodados en una butacas, no tardó en empezar

la proyección de dicho film que en realidad era un tremendo dramón que hablaba de la crisis

de valores, y de la soledad humnana de nuestro tiempo. No obstante, a decir verdad mi amigo

Matías que en el fondo era un tipo muy simple y convencional, al igual que la mayoría de los

espectadores no entendió nada de la trama. Es más todo el mundo estaba impaciente por ver

la "escabrosa" de la mantequilla. Resultaba que en un  momento dado de la cinta Marlon

Brandon utilizaba aquel producto alimenticio como lubricante y se lo aplicaba en el ano de la

chica para poderla penetrar por detrás con mayor facilidad. 

Y aquel fue un instante álgido en el que el público aguantó la respiración, mientras que los

hombres miraban de soslayo a sus compañeras, y éstas con la vita perdida en un punto

indeterminado aparentaban no reparar en ellos.

Tras ver alguna que otra película más de inferior calidad, y hubimos salido a la calle yo me

empeñé en ir a una librería que no estaba lejos de nuestro hotel a comprar algún libro que no

se pudiese editar en nuestro país, la cual estaba a rebosar de clientes. Seguidamente vi unos

cómics y me puse a hojear alguno de ellos y vi que aparecían las carticaturas de las altas

jerarquías de la península Ibérica. Por ejemplo se veía a un obispo que introducía un crucifijo

en la vagina de la mujer de Franco, a la vez que ella hacía una felación a otro conocido militar,

y su marido apuntaba con una pistola a un manifestante.

Yo me compré dos libros del filósofo francés de los años 40 Jean Paul Sartre traducidos al

catalán llamados LA NAUSEA y EL MURO.

Según aquel señor, la personalidad del indivíduo no constituye una meta o un destino, sino que

la vida procede de una sucesión de libres elecciones que nunca son totalmente justificables en

un YO intransferible del para sí que operan en la mente del sujeto como libertad absoluta pero

negando el "en sí". El "en sí" designa todo lo que es dado tanto en el mundo como en el

hombre. El "para sí" se reafirma en el sujeto aniquilando sus tendencias, predisposiciones, y

costumbres. y toma conciencia de sí mismo en  en el sentimiento de angustia vital suscitado

por su poder de decisión absoluta, de su existencia como posibilidad. A causa de ello el ser

humano en el tereno del conocimiento del otro, de la realizacióin de los valores, o con Dios

la experiencia fundamental será siempre un fracaso.

Pero aquella misma noche antes de recogernos en el hotel mi amigo y yo nos adentramos en

una rutilante discoteca en la que pude comprobar el alto grado del orgullo francés puesto que

todas las canciones que sonaban a todo volúmen estaban traducidas al idioma nacional.


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