Nos miramos.
Todo es perfecto.
No vemos más allá
de lo que es un entorno querido.
Es una suerte
que así sea.
Nos hemos subido al barco
del amor,
y por él, en él, navegamos
libres, impacientes,
en la pasión misma.
Estamos en el Olimpo.
Nos abrazamos
y saltan las chispas
de un deseo
que cruza océanos.
Todo se conjura.
Nos concentramos
en cuanto somos,
en algunos porqués,
y nos soltamos
estando más que atados.
Pasamos de la razón
a la sinrazón
con fórmulas
que no podremos repetir
pero que siempre estarán.
Somos felices.
Más nos experimentamos
cuando caemos en la cuenta
del paraíso que nos rodea.
No sé si merecemos tanto,
pero sí es seguro
que lo vamos a disfrutar
con anhelos de entrega absoluta.
Nos miramos,
y todo se entiende
en ésta nuestra tierra,
que pone la fuerza
a los sentimientos más profundos.
La complicidad que surge
y se mantiene
es a tres bandas.
Juan Tomás Frutos.
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