Una elección complicada

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- El viejo se les queda mirando, como si no hubiera entendido lo que le habían dicho esos idiotas del ayuntamiento. Y entonces, el viejo dice: “¿ustedes que se piensan? No voy a levantarme en mitad de la noche para abrir la puerta”.

Luis no pudo contener la risa, fue un chiste realmente bueno, y David lo había contado muy bien. Por un momento casi perdió el control del coche, el vehículo se fue un poco a la derecha, a pesar de sus esfuerzos por evitarlo.

- Lo siento. - Se disculpó mientras se seguía riendo. - Muy bueno. ¡Sí Señor! Buena respuesta la del abuelo.

Se mantuvieron callados durante un instante. Luis se limpiaba las lágrimas de la mejilla. David sonreía, satisfecho porque el chiste le habia hecho gracia a su compañero.

- Oye, quería preguntarte una cosa. Llevo un rato dándole vueltas, incluso mientras me contabas el chiste. - Luis dejó escapar una sonrisa. - ¿Cómo alguien como tú se mete a hacer como estas? O sea, antes vimos un avión pasar. Pregunté cómo era posible que volasen los aviones con lo que pesan. Me diste todos los detalles, se ve que dominas el tema. Si te digo la verdad, no entendí ni la mitad. ¿Estudiaste para piloto y lo dejaste?

- De niño se me daban las ciencias. Nada más. Tenía facilidad para aprenderlas. - Respondió David.

- ¿Y qué pasó? Es obvio que no seguiste adelante, si no, no estarías aquí. Y además, me caes bien, cuentas chistes muy bien. ¿Por qué no le sacaste provecho a eso?

- No me gustaba pasarme horas sentado haciendo cálculos. Era lo peor para mí. No se me daba mal, me salían sin mucha dificultad, y cuando no, podía estar semanas intentándolo hasta dar con la solución.

- ¿Entonces qué pasó? ¿Por qué no hiciste el esfuerzo? Si eras tan bueno podrías haber conseguido una beca. Y ahora no estarías aquí conmigo.

- Para ti fue una suerte. Seguro que no te hubieras reido tanto. - Luis volvió a reír al acordarse del chiste. -  La vida es para vivirla. Pasar horas mirando números en una pantalla para intentar sacar conclusiones no va conmigo. Me gusta más hablar con la gente y relacionarme, es más importante, es la verdadera sal de la vida, las experiencias que tienes.

- La gente, al final, es como todo lo demas, un asco.

David clavó la mirada en Luis al oír esa última frase. Entonces llegaron a un semáforo que acababa de ponerse en rojo. David aprovechó el momento para empezar a hablar.

- No entiendo lo qué quieres decir. Todo depende de si ves el vaso medio lleno o medio vacío. Hace años, en un trabajo, comprobé una cosa para asegurarme de que todo funcionaba bien. Resulta que lo había hecho una compañera que no me tragaba. Al verlo empezó a gritarme.

- Ahí lo tienes.

- Déjame acabar. Le dije que no me gritara, que hacer un buen trabajo era más importante que se orgullo, y entonces levantó aún más el tono. Yo le hubiera cruzado la cara. No estoy tan seguro. El caso es que un tiempo después. Otro compañero hizo lo mismo, y ella se lo tomó a guasa. Todo depende de cómo quieras ver las cosas y como decidas actuar. Tú decides cómo es tu vida, y todo depende de como decidas tomarte las cosas.

El semáforo se puso en verde. Luis soltó el embrague, metió la segunda marcha al poco tiempo y continuaron la marcha. Esta vez fue Luis quien se había tomado un tiempo para meditar la respuesta.

- No lo entiendo. Eres un tipo inteligente y tenías habilidad. En lugar de sacarle partido, escogiste que una payasa te faltara al respeto y estar ahora aquí. A saber cómo va a terminar la cosa. Podrías haber hecho lo que hubieras querido, ahora podrías estar ganando un buen sueldo y durmiendo tranquilamente por las noches.

- Eres un poco negativo, ¿no crees? Si te pones a pensar en lo que hubiera sido, en lo que podrías haber hecho, en lo que pudo ser y no fue, vas a acabar deseando tirarte por la ventana. Sigue pensando así y ya verás. Haz la prueba. Cuando te levantes, mientras te preparas el café o lo que sea que tomes por la mañana, ponte a pensar en esas cosas. Cuando te quieras dar cuenta estara anocheciendo y habrás perdido un día entero preocupándote por tonterías.

En ese momento pasaron por delante de un colegio. Un grupo de niños andaba de acá para allá, mochilas a la espaldas. Unos más preocupados, otros más despreocupados. Algún que otro adulto se movía entre ellos, posiblemente un profesor. Una escena cotidiana, pero que llamó la atención de David.

- Digas lo que digas, sigo pensando que hubiera valido la pena. - Dijo Luis. - Habrías tenido más opciones. Esta vida es jodida, por eso no entiendo que hayas terminado aquí.

- Si esto es el final, aún no lo sabemos. - Luis se quedó pensando en lo que significaba esa frase. - Te voy a dar una respuesta. Acabamos de pasar por delante de un colegio. Seguramente habría terminado ahí. Día tras día, año tras año, la misma historia.

- ¿Quién es el negativo ahora? ¿Piensas que esto es mejor? ¿Cómo un tipo como tú, simpatico e inteligente, está sentado en este coche conmigo? ¿Quieres hacer algo emocionante o qué? Porque esto no es un juego.

- Todos tenemos que comer. Tú lo sabes, es duro llegar a casa y ver a tu familia pasándolo mal.

- Pero tú tenías opciones, tú podías elegir. ¿Dónde están ahora todos esos que has conocido?

- No sé donde están. Pero, ¿sabes qué? Miles de personas te pueden decir que estuvieron sentados aprendiendo esto y aquello, pero sólo yo te puedo decir que conocí a éste y a aquél, que hice esto o aquello.

- ¡Está bien! Tú ganas. - Dijo Luis. - Si prefieres esto, allá tú. Lo otro hubiera sido mejor para ti. Ya estamos llegando.

Mientras hablaban, el coche se desvió por una carretera que llevaba a un almacén en desuso, un edificio abandonado hacía décadas. Parte del techo había desaparecido. Los cristales de las ventanas estaban estallados o cubiertos por una capa espesa de color marrón. Las puertas de metal eran pura herrumbre ahora, la principal estaba entreabierta. Las demás entradas habian sido tapiadas con bloques.

Cuando llegaron, Luis aparcó a unos metros de la entrada. Ambos se bajaron del coche y abrieron el maletero. David comprobaba el contenido de una bolsa mientras Luis permanecía tras él, vigilando la entrada.

Un hombre bajito al que ambos conocían salió del interior del almacén, seguido por un tipo alto y musculoso. Lo cierto es que el tipo alto realmente intimidaba al verlo, su mirada inexpresiva y falta de sentimiento era lo más inquietante. Pero tanto David como Luis estaban acostumbrados, y aparentaron no estar intimidados, se limitaron a saludar al tipo bajito, quien les devolvió el saludo con una sonrisa y un buenos días.

David había comprobado que el contenido de la bola estaba bien. Luis entonces cerró el maletero y ambos empezaron a caminar hacia el hombre que les sonreía.

- A jugar otra vez. - Dijo David en voz baja, aunque Luis fue capaz de oírlo, y esa frase hizo que se sintiera incómodo.


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