SECRETO - PARTICIPACIÓN CONCURSO ?CONFESIONES DE UN BASTARDO?

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Aquel ansiado día había llegado, nos dormiríamos, descansaríamos y seguro soñaríamos. Marta me acompañaría, era lógico, no podía faltar a la cita del acontecimiento más importante de mi vida. ¿Qué verdad se ocultaría en aquel papel? ¿Cómo leerían aquel resultado? Demasiadas preguntas, me hacía... Y sin ninguna conversación previa con ella para que no se preocupara aún más, me recosté en la cama, era primavera y apetece como aquella tarde soñar despierto...

 

Tumbado sobre el heno del granero escuché como los pájaros iban y venían haciendo los nidos para cuando sus crías nacieran. Aquella y no otra era mi ilusión, formar una familia y vivir allí en la granja de mis abuelos, un hábitat en el que por muchos años había sido feliz. Pero las cosas nunca son como uno desea que sean y comenzó de nuevo la polémica discusión con la abuela cuando fui hasta la casa al ser llamado para comer.

Mi abuela me había criado a la muerte de mis padres en aquel trágico accidente, cuando regresaban del baile. En aquella catástrofe ocurrida un sábado por la noche perecieron los dos. Fui un niño feliz pero introvertido por la desgracia, no es lo mismo crecer en un ambiente joven que en uno maduro y casi extinguido de una ambiciosa vida.

En estas mis confesiones antes de saber la verdad sobre aquel secreto que podría cambiar mi vida por completo, se revelaran sin duda algunos enigmas que con sigilo se escondieron, para el bien, dijeron de nosotros mismos y que al día de hoy me traen todavía al descubrirlos la duda de que si soy o no el hijo bastardo y el mismo que lleva años cometiendo incesto.

Ensimismado en aquel recuerdo que recree en el instante en el que Marta se tumbaba a mi lado despacio para no despertarme, ignorando que mi sedación era consecuencia de mis pensamientos, viví el año en el que ella mi amiga de toda la vida, la que se había ido del pueblo con sus padres, justo cuando los míos, sus mejores amigos, morían en el accidente, regreso a pasar unas vacaciones. Nos volvíamos a encontrar, teníamos la misma edad, salimos varias tardes a la sierra, recorrimos aquellos senderos en los que ya de niños fueron testigos de nuestros besos, nos habíamos querido siempre esas vacaciones no fueron distintas a las que cada vez que Marta regresaba al pueblo.

Ninguno de los dos sospechábamos nada, ni tampoco hacíamos visible nuestro amor, por lo que quien supiese algo podría frenar nuestros impulsos. Hacía ahora dos años que vivíamos juntos, volvieron a mudarse al pueblo cuando su padre enfermó mentalmente y ya no recordaba nada, su madre se ocupaba de él y jamás vi nada extraño en ella cuando Marta se vino a mi casa a vivir. Eramos muy felices, viviendo de cerca aquel amor durante tantos años alejado.

Cuando aquel día despertamos mandaron llamarnos, su padre se moría y en su mejoría de la muerte pidió a su mujer que leyese una nota que escondía detrás de un cuadro. Aquel hombre no sabía que revelando aquello el daño que hacía puesto que la nota apuntaba claramente una declaración firmada de puño y letra de mi madre y jurando de que él era mi padre.

El escenario en el que nos encontrábamos era un valle de lágrimas, todos llorábamos y todos coincidíamos en ese instante en el que el padre de Marta moría, pero también porque tendría que morir nuestra unión. Ramón al que aún no puedo llamar padre, era enterrado allí en el cementerio del pueblo y también moría allí su secreto... Para nosotros ya que nadie sabría nunca del desliz de mi madre con el padre de Marta...

Unos meses después justo ayer hizo dos semanas Marta había vuelto con su madre, yo estaba destrozado, no podía vivir sin ella, constantemente la llamaba al móvil diciendo cuanto la quería y que nadie lo sabía así que podíamos continuar viviendo como pareja, podría llegar a levantar más sospecha y continuamos separados. Pero ella no me escuchaba solo decía que teníamos que sufrir el pecado, que lo nuestro ya no podía ser. Yo no la entendía, le decía que jamás la ame como hermana que había sido mi chica siempre y que siempre la querría. Llegue hasta el punto de intentar suicidarme, pero fui un cobarde y no logré mis intenciones.

En uno de esos días en los que ellas habían regresado su madre me invito a comer para guardar las apariencias de que lo nuestro no era una separación en regla. Y sentados en la mesa comenzó a contar una historia en la nos daba vida y descubre que Marta era hija de mi padre, pero no el que recientemente había muerto. ¡No éramos hermanos! Ya podíamos seguir viviendo nuestro amor, ya nada impedía nuestra vida juntos... Pero para tranquilizar nuestras conciencias, nos hicimos una prueba de ADN la que en unas horas vamos a recoger y que sin duda cambiaría nuestra vida...

Entonces llamaron a la puerta, era la madre de Marta, subió y dijo: Podéis descansar he ido yo a recoger la prueba podéis estar tranquilos, no sois hermanos ya os lo dije... Dejo sobre la mesa los papeles que lo acreditaban...

No sabemos que hacer, nuestra alegría es tal que saltamos de alegría, gritamos, reímos y hasta le contagiamos nuestras lágrimas y llora con nosotros la necesaria noticia, tomándonos de las manos y dándonos un beso se despide... Nosotros seguimos celebrando, nuestra alegría no tiene fin, estamos verdaderamente enamorados...

A los dos días decidimos salir a la calle e ir a casa de la madre de Marta, no nos abre la puerta, tenemos que llamar a la policía, al entrar la encontramos tendida en la cama con un frasco de pastillas vacío a su lado...

Aquella misma noche se había suicidado.

©Adelina GN

 

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