El lápiz

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Esta es la historia de un lápiz que se sentía cansado de serlo. Él no quería ser más un lápiz.

Su borra estaba desgastada por el uso que se le había dado. Su contera presentaba vestigios de mordidas propinadas por alguna mente inquieta o estresada. No podemos decir la causa de la mordida, es simplemente algo físico, ocurrió, pero por qué alguien daña un lápiz, por qué su lapiz. Y no solo estaba mordida la parte metálica sino también el cuerpo. El diámetro inicial de la parte metálica, apenas un ápice mayor que el del lápiz, se presentaba reducido en algunas partes y aumentado en otras. Tenía ahora la parte metálica una forma irregular, y cerca de la borrra había sido prensado de forma tal que se alteraba también la forma de la misma.

Nuestro lápiz no sangraba al recibir tales mordidas, porque es un lápiz, pero el podía sentir el dolor como nosotros. Un día sintió un raspón cerca de su punta. Le dolió como nunca, era un dolor que inundaba todo su cuerpo, su madera iba siendo sacada de su ser, mientras él no podía impedirlo. Estaba atado sin estarlo, su propia constitución le impedía movimiento alguno, que mal era ser un lápiz indefenso.

Con el apsar de los días su cuerpo se iba llenando de mordidas también, mientras su longitud no cesaba de disminuir. Se sentía presionado día tras día por una mano. Usado, esclavizado sin poder decir nada al respecto.

De vez en cuando su punta se rompía. El deseaba ser infinito para que así nunca lo dejaran de usar, ya que se había acostumbrado. Sabía ahora que lo peor que le podía ocurrir era que lo abandoran. Sabía que su sacrificio valía la pena. Cumplía con su labor sin ser recompensado. 

Un día se levanto de su siesta y sintió presión en sus extremos y como en su centro se apoyaban dos dedos. Por un momento imaginó que iba a ser metido en algúna cartuchera, pero pronto entendió que iba a ser quebrado.

Todos los lápices de la oficina estaban siendo quebrados por un loco que la había agarrado contra ellos. Tampoco había razón para quebrarlo, pero como era un loco y nunca se sabe qué locuras se le puedan ocurrir, se le había venido la brillante idea de romper todos los lápices de la oficina.

Nadie se opuso para impedir tal rompimiento, así que el llápiz ahora eran dos pedazos. Se sintió profundamente impotente por no poder hacer nada. Ahora su ser había sido dividido en dos partes, pero seguía vivo.

No pasó mucho hasta que fue arrojado a la basura y llevado por un camión junto a un montón de desperdicios más. Ahora se quería menos que nunca, ya que en lugar de ser un lápiz único ahora era dos lápices, ya que había sido recogido por un vagabundo que lo usaba para dibujar.

Nunca dejó de ser un lápiz, y su único alivio fue cuando fue arrojado a un río. Corrió libremente entre el agua hasta que llegó a una orilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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