Historias escritas para ti... SIEMPRE INTENTÉ RECORDAR PARA NO TENER QUE OLVIDARTE Cap. 4
Por Adelina Gimeno Navarro
Enviado el 11/05/2017, clasificado en Amor / Románticos
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SIEMPRE INTENTÉ RECORDAR PARA NO TENER QUE OLVIDARTE
Capítulo 4
Retomando la lectura del capítulo anterior...
El tío Blas se detenía delante del patio cuando mis sentidos hacían estragos y abracé muy cariñosamente a mí rubio...
El padre de Pedro había muerto, pero ahora moría para Mario el suyo, que a grito pelado lo insulta llamándolo de un modo más despectivo si cabe, sarasa, testificando como escribo que se hiciese la idea de que estaba muerto para él.
Me dio miedo dejarlo solo en aquel piso del barrio del Carmen, después de lo que había ocurrido y sin su pareja al lado Mario estaba claro que podía pensar en hacer algo de lo que después se podría arrepentir, ahora el que estaba abrumado por lo que había hecho era yo, sentía vergüenza de hablar de ello con Mario pero no hizo falta, esa noche la pasé con él, y obsesionado por las palabras de su padre lo ocurrido no salio en nuestras conversaciones, las de esa noche y las de los días siguientes pues me mudé con él para que no padeciese la ausencia de Pedro ni la del cariño que nadie de su familia le otorgaba.
Hasta que la llamada esta vez de Pedro a Mario pidiendo que se reuniese con él rompió otra vez la que ahora parecía iba a ser mi convivencia por mucho tiempo con aquel paisano del que me había enamorado perdidamente.
Mario seguía sin darse cuenta de lo que sentía por él, su ciego amor por aquel recluta que vino a Valencia para ayudar le apartaba de ver la realidad, no había duda de que conmigo llegara a ser el más feliz del mundo, pero aquel que no llegaría a serlo nunca partió otra vez de mi lado, imantado por un amor que lo atraía locamente y que lo apartó de quien lo hubiese hecho feliz, por la friolera de toda una década.
En todos aquellos años intente recordar para no tener que olvidar, pensaba en él sufriendo en silencio, mi afeminada postura después de su marcha no dejaron indiferente al resto de amigos con los que contaba, pero ya nada me importaba, solo quería querer y que me quisieran, acordarme de Mario como al chico al que ame, o mejor dicho al que amaba pues nunca deje de hacerlo.
Cada semana era yo ahora quien recibía noticias suyas desde la capital de España, las que me sentaba a leerlas junto al árbol que aquel día en el que lo abrace nos prestaba su sombra ocultando mi cariño hacia él, en ellas me recreaba, su aventura con Pedro parecía que sería eterna, sus palabras delataban alegría, pero yo presentía que no era así.
Cuando en una de ellas me explicaba que a Pedro le habían diagnosticado una enfermedad vascular, y que cabía la posibilidad de que volviesen a vivir en Valencia.
Por un momento me alegre pero después pensé en las veces que me había ilusionado y que no habían servido de nada, que pese a todo lo que le había ayudado siempre, era yo quien se quedaba llorando y solo cuando él partía.
Pero me dije... che, mejor será para mí que vivan cerca, aunque sea juntos.
Durante los meses venideros tardé en volver a tener noticias de Mario, por lo que pensé que a lo mejor el destino le había jugado una mala pasada a Pedro y aunque me sabía mal pensarlo así, imaginé a mi rubio que volvía a su tierra solo y con ganas de que alguien, en este caso yo, lo consolara.
Se acercaba la primavera, y disfrutando aún de los días de las fallas, acudí presuroso a la estación del Norte, vestido de colorines como decía la popular canción protesta que conocemos todos los que nos gustaba la farándula más que comer con las manos.
No daba crédito a las noticias que me llegaron la noche de la plantá de la falla a la que pertenecía, él volvía, Mario regresaba a casa, aquella llamada de teléfono me alegro las fiestas que comenzaban con aquel acto, y como si de un ninot se tratase me planté delante de la vía en la que se situaría el tren que venía de Madrid.
Creo que no le pregunte si llegaba acompañado por Pedro, ni tampoco si le pregunte por como se encontraba... su voz sonaba tan adulta, que solo tenía ganas de verlo y saber cuánto había madurado, si igual que yo, que aun llevando solo dos años me miraba al espejo viéndome ya una anciana mariquita.
Un pitido anunciando su llegada me alertaba, ya estaba cerca el momento y mi nerviosismo crecía hasta el punto que me entraron ganas de hacer aguas menores, me dirigí a la parte izquierda del andén donde están los servicios de la estación y entre en el de las señoras, por iniciativa y sin darme ni cuenta, por entonces aquello aún no estaba permitido y se armó un gran escándalo, tanto que acudió la guardia para solucionar el problema que no era tal, pero perdí la noción del tiempo y el tren procedente de Madrid llegó sin mi presencia en el lugar donde tenía que estar esperando a Mario.
Al salir de allí con tanto alboroto me detuve en la puerta y cual fue mi sorpresa que al primero que vi ya apeado del vagón fue a Pedro, me escondí detrás de una de las señoras que salía en aquellos momentos del baño, esperando ver a quién a mí más me interesaba ver, pero no salió nadie más.
Pedro caminaba despacio hacia la salida y yo le seguía, ocultándose entre los que iban a su alrededor, cargado con una pequeña maleta encendió un cigarrillo y dándole una gran calada miro al cielo azul que lucía radiante en la Valencia en fiestas.
Por un momento pensé que estando enfermo no debía de estar haciendo aquello, sin tener presente, que a quien yo deseaba ver no había llegado. Y por desgracia estaba en lo cierto, Mario se había quedado en Madrid, vendría unos días después me dijo, cuando le sorprendí fumando.
Yo había mantenido aquel inmueble del barrio del Carmen, donde vivieron para mi propio disfrute, en los fines de semana o como entonces que eran fiestas, y me tenía más cerca de la diversión.
En aquel instante no le pregunte el porqué fumaba, pero conseguiría que me lo explicase antes de que Mario estuviese con nosotros pues no quería que este se preocupase, aún no lo tenía cerca y ya estaba protegiéndolo, sin duda lo seguía queriendo, ni el tiempo, ni la distancia había conseguido que lo olvidase, aunque aquello creó que no ocurriría nunca, mientras siempre lo intentase recordar, nunca lo olvidaría...
Continuará
©Adelina GN
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