EL TEATRO HACE PENSAR
Por franciscomiralles
Enviado el 13/05/2017, clasificado en Reflexiones
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Hace dos domingos que fui al teatro de mi localidad donde se representaba una función cuyos
protagonistas eran la mítica pareja Adán y Eva.
De entre el numeroso público que llenaba la sala sobresalían autores y actores del medio, uno
de los cuales era Juanjo Puigjorbé que fue el excelente giuonista de la película LA ORGIA ya
que supo reflejar muy bien la manera de ser de mi generación, y con el que yo hablé
en una ocasión.
Junto al escenario a modo de decorado habían dos marcos de cuadros de Adán y Eva
del pintor español renacentista Alberto Doré (1471-1528) que estaban interpretados por un
actor de raza negra, y por una actriz blanca quienes por exigencias del guión iban
completamente desnudos.
De súbito los personajes se desenmarcaron del lienzo, y tras tomar conciencia de su cuerpo y
de su sexo con un baile de una platicidad extraordinaria repararon en el respetable público, y
de un modo sorpresivo, con una bien estudiada ingenuidad empezaron a interesarse por él.
Seguidamente en unos receptores televisivos que estaban a ambos lados de los cuadros
aparecieron una serie de imágenes del siglo XXl a cuál más terrible. Desde el ataque a las
Torres Gemelas, pasando por el hambre en los países del Tercer Mundo, y las
innumerables guerras, hasta llegar al drama de los refugiados.
Tanto Adán como Eva, perplejos ante aquel deplorable panorama iban interpelando al público.
"- ¿Y estos desastres son obra de los humanos; de gente como nosotros?" - inquiría Eva.
- Pues... sí - les respondía el público.
"- ¿Y quién lo hace todo ésto?-" siguió preguntando ella.
- Los poderosos - le contesté yo implicándome en la obra.
"- ¡Oh! ¿Y por qué no hacéis algo para impedirlo?
En vista de la turbación del público y de aquellos desmanes humanos Adán con resolución
decidió no mezclarse con los humanos y regresar al lienzo del cuadro como si de un limbo
atemporal se tratara. Mas Eva le persuadió de que no lo hiciera porque a fin de
cuentas ella mucho más práctica que él le persuadió para que se quedara con nosotros porque
a fin de cuentaa le amaba sinceramente.
Lo que el autor - un hombre de edad avanzada y bastante sordo- pretendía era esencialmente
despertar en el espectador su capacidad de reflexión sobre lo que estaba sucediendo en el
mundo actual; cosa que yo compartí plenamente.
Sin embargo en el coloquio que se celebró después de la función la Compañía acerca de los
juicios de valor que el público había dado dedujo una conclusión bastante tópica y superficial.
Según ella, si en el mundo habían desgracias de todo tipo; si se había generado una gran
injusticia social perpretada por unos líderes políticos carismáticos y por unos oscuros poderes
económicos, también en parte se debía a la responsabilidad del ciudadano de a pie que con su
pasividad parecía consentir esta nefasta situación.
Es cierto que al pueblo llano le deslumbra la demagogia de un líder carismático por déspota
que sea que a su vez es un vasallo del gran capital que vive en un universo paralelo al de los
demás mortales y le importa un rábano el bienestar social. Dicho líder político suele
presentarse como un "héroe" nacional y suscita en el incondicional simpatizante un
trasnochado sentimiento de épica. El simpatizante en cuestión se cree - por decirlo de alguna
manera- en una especie de AGUILA ROJA moderno que tiene que combatir a un supuesto
enemigo tanto interior como exterior (véase a Corea del Norte), y delega en el político este
belicoso talante, el cual es a su vez un producto del tan agresivo como gregario y vacío
anímico de un instinto común; pero en el que además entran en juego otros intereses
religiosos, territoriales, y económicos.
En nuestra sociedad española, en un ayer, hubo un autoritario franquismo social que se
sintetizaba en el pequeño ámbito familiar, que era un reflejo del político. Se establece una
solapada interrelación entre el de arriba con los de abajo.
Pero en el teatro, cuando el público se refirió a los "poderosos" como los culpables de los
desastres mundiales no se equivocó en absoluto.
Porque por unas favorables circunstancias, por un oportunismo, y una desmesurada
ambición estos líderes-fantasmas se han sabido situar en sitios claves, estrarégicos en la
política, en la Administración y se han apoderado de todos los resortes del poder como son el
dinero y las armas bélicas.
Entonces ¿qué puede hacer el indefenso pueblo llano? Casi nada. Protestar y poca cosa más.
Aunque también cabe decir en honor a la verdad que gracias a colectivos humanistas e
inconformistas que no se han dejado influir por los Poderes Fácticos se ha podido conseguir
tras muchos sacrificios y a lo largo del tiempo bastantes derechos sociales sobre todo en
Occidente.
Al final de la obra, apareció un extraterrestre y se llevó a los protagonistas a otro planeta
donde no hay egoísmos de ninguna clase y todo funcioa a las mil maravillas. Este final feliz
es sacado de una encuesta real que se hizo a la población en la que se puso de manifiesto
que el 96% de los encuestados estarían dispuestos a ir a un planeta mejor que la Tierra. Mas
el problema de nuestros males no está en el lugar, sino en nuestro cerebro. Si fuésemos a
otro planeta nuevamente lo pondríamos en peligro porque llevaríamos nuestra enfermedad
mental, nuestros delirios de grandeza como equipaje.
Según la neurociencia, una parte del lado derecho de nuestro cerebro es reptilíneo. Venimos
del caimán, el cual va a la suya, no tiene empatía con nadie, y es depredador.
A los convencionales educadores de hoy no les gusta reconocer este descubrimiento. Pues
ellos magnifican el crecimiento racional en el ser humano. Sin embargo yo creo que es
conveniente fijarse en este defecto emocional, y educarlo, o tratarlo para que las cosas dentro
de lo posible vayan mejor.
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