Denunciar relato
Nunca he creído en videntes, pero ahí me encontraba, sentado ante ella. Felipe, con quien comparto piso y amistad, me la recomendó.
Cuando, tras la sesión, me hallé de nuevo en el rellano de esa escalera tan lúgubre y sin ascensor, pensé que no debía haberlo hecho.
Bajé los cinco pisos saltando los peldaños de dos en dos. Quería llegar cuanto antes a la calle y olvidar lo que me había dicho: “te espera algo muy duro”.
Sólo unos segundos después comprendí que aquella mujer no había errado en su predicción. Lo que me esperaba era una fractura de tibia y peroné y varias costillas rotas. Maldito escalón.
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