Cesaria miraba al infinito, las lagrimas caían. Ahora se daba cuenta lo mucho que había cambiado el mundo, estaba frente al apartado de gimnasia ritmica en aquella tienda de deporte, que acavaban de abrir alado de su casa. Recordaba su niñez haciendo piruetas, pino-puente, voltereta, el pino, pino contra la pared, voltereta entera... Una especie de gimnasia ritmica inventada por ella y sus amigas, con el chandal y las playeras de gimnasia del colegio. Horas y horas imaginandose siendo una deportista de élite, tenía talento, tenía velocidad. Pero en los pueblos perdidos no había oportunidades de salirse de lo estipulado;saber coser, saber cocinar, ningun apoyo que la hiera darse a conocer o entrenar con profesionales...Después de casarse, tener una familia a la que cuidar y un trabajo de limpiadora, Cesaria tiene el tiempo, el dinero para comprar los aparatos de gimnasia, el gimnasio donde practicar, los profesores dispuestos a enseñar a niñas soñadoras. Pero lo que no tenía Cesaria ahora mismo, era juventud.
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