Quita la mano y dame la razón
Por J. J. Garcia
Enviado el 24/05/2017, clasificado en Reflexiones
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Quizá fue el encontrarme tan pronto, o quizá fue el no querer encontrarme. Todo estaba muy cerca de un deseo contado al mundo que os rodeaba. Un mundo que ni siquiera vosotros sabíais que os encontraríais.
“Lo más pequeño que pudisteis llegar a tener pero que tan grande hizo el mundo, aunque el mundo se quedara pequeño”.
Recuerdo ese famoso barco en el que una marea quiso llevarte y pudiste aguantar, supiste decirle que no. Le dijiste que no a una de las mayores mareas que azotó tu corta vida, pero no supiste decirle que no a las pequeñas olas que acechaban la orilla. Parece que solo lo hacías cuando tu vida no corría peligro, cuando sabías por quién protegerte.
Todavía al ver una pequeña esperanza creías que podías salir de ahí. Pero todo esto no tenía que ver con quién elegías para salir, si no a quién escogías para volver a entrar.
Puede que te confundieras de puerta, o puede que simplemente no tuvieras otra oportunidad de elegir y recurrieras a la puerta entreabierta, como siempre tuviste que hacer.
Hay veces que negar lo evidente es absurdo, y nadie puede decir que haya sido fácil sin estar en tu piel. Pero creo que, en algún momento, deberías haber sabido que estar en la piel del que parecía que nunca estaba junto a ti, dolía. Jodía como un veneno que sabías que a las pocas horas morirías, sin poder hacer nada para evitarlo.
Y hay algo que tú sabías muy bien. Que igual que envenenabas, traías el antídoto para poder salvar a una pequeña parte del mundo.
Si te soy sincero, a veces no sabía si éramos solo parte de tu plan de vida o de verdad te quemaba el corazón como me quema a mi cuando escribo estas letras que desaparecerán en la mente de algún incauto.
Desearía que mi vida no se hubiera basado en lo que tenía, si no en lo volátil de la vida. En ese momento en el que te dicen: “Quédate conmigo”.
Porque igual que nadie murió por comerse un dulce demasiado rápido, ningún niño murió por sentirse parte de algo.
Puede que lo aquí fallara fuera darse muy pocas veces la mano y muchas veces la razón. Y eso acabó con el poco amor que quedaba entre nosotros.
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