Era un pueblo triste, no había felicidad, sus vecinos ancianos se morían, se iva quedando vacío, abandonado. En próximo entierro llegué tarde, aparqué detrás de la iglesia. Pude ver algo peculiar, las lagartijas tomaban el sol, no solo eso, ni se inmutaban con mí presencia, algunas recorrían las paredes de la iglesia divertidas, otras tenían una seduccion unas con otros. Me fijé en que las casas vecinas también tenian sus lagartijas juguetonas recorriendo las escaleras, las paredes, las varandillas, sin importarles la poca gente que podría verlas, tenían un descaro revolucionario y nádie se daba cuenta. Cuanto más desabitado se quedaba el pueblo más felices estaban ellas. En otro entierro de los últimos habitantes, me volví a fijar y las lagartijas parecían estar de fiesta. Tenían la felicidad que ya no tenía sus habitantes. Miré mis pies y había una en mi playera mirandome, como si nada, estaba estudiandome, podía sentir que sabía de mi propio destino.¿ Estaría calculando cuanto tiempo de vida me quedaba?. Eran parientes de los dinosaurios estinguidos y parece que su oportunidad de resarcirse les estaba llegando.
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