RELATOS EN EL VIENTO
LA AUSENCIA DE TU VOZ
Aún intento comprender que en dos días y unas horas te lo llevaste todo. Mi risa la busco entre los rincones detrás del sofá o de la puerta del patio, pero no la encuentro. Mi alegría se desvaneció en los primeros segundos mientras tú hablabas sin parar.
Ya no tengo ni besos en la boca, ni caricias en la espalda contando mis lunares, ni noches deshaciendo mi cama… Nada, no tengo nada.
Se esfumaron como por arte de magia esas cenas en la terraza cuando hacía buen tiempo y los viajes a la playa todos los veranos y las risas, las risas.
Ha desaparecido tu ropa de vestir, tus chandas de la batuka, tus zapatos, tus interminables cremas, tus bragas del cajón, tu cepillo de dientes, tus bolsos y tu voz. Quizás eso es lo que más echo de menos, tu voz por el pasillo o en la cocina haciendo esa lasaña que tanto me gustaba o en el salón mientras yo intentaba ver una película.
Ya no te tengo y, me duele tanto que lloro por las noches tocando tu almohada y no duermo y me levanto de madrugada con un fuerte dolor en el pecho para salir corriendo por los caminos y grito y muero.
Te siento lejos. Me has dejado. Lloré. Ya no. Vivo. Quiero vivir. Quiero sentir.
Te fuiste en dos días y unas horas diciéndome que se te acabó el amor. Te fuiste llevándotelo todo y ahora el que no te ama soy yo. Adiós.
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