El último escrito de la palabra sin nombre

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Soy una palabra, una de las casi 100.000 palabras que tiene nuestro idioma, y mi nombre es Amor. Y estoy cansada. Quiero cambiarme de nombre, quiero ser otra palabra. ¿Por qué tenía que ser yo?

Estoy cansada de ser utilizada indiscriminadamente en títulos de libros, películas y canciones hasta tal punto que de tanto pronunciarla parezca perder súbitamente su significado. Me molesta que constantemente la gente busque cómo pronunciarme en otros idiomas. Si no te gusta cómo sueno en español, expresa la idea con un beso, tú que puedes, tú que eres algo más que letras. Estoy harta de que se me utilice como una excusa burda e incoherente para traicionar a los demás, alegando que en mi nombre no hay reglas y estableciendo un paralelismo con la guerra. Sí. Con la guerra. No vale todo, amigo. A mí eso no me vale.

Detesto el veneno que rezuma la pronunciación de mi nombre como la inconcebible justificación de un acto violento, de un acoso, incluso de un asesinato. Lo he hecho por amor. Y sobre todo odio que mi nombre vaya en la misma frase que un pero. La palabra pero y yo jamás nos hemos llevado bien, nuestras familias ya eran enemigas irreconciliables. Por eso odio cuando nos mezclan. Cuando insultan, cuando pegan, cuando humillan... y terminan diciendo: Pero te amo. No quiero formar parte de algo así.  

Pero lo que más odio de todo es ser cómplice pasiva de tantas mentiras en mi nombre. Tantas promesas rotas. Posiblemente sea la palabra que más veces se ha pronunciado en vano y que más veces ha sido olvidada. Me entristece enormemente la devaluación de mi concepto, una devaluación tan grande que a día de hoy hasta algunas personas creen que el amor es algo que se pueda incluso comprar con dinero. Me gustaba cuando la gente me intentaba dibujar, o pintar, o me intentaba desnudar en forma de versos sabiendo que jamás lo lograría del todo. Cuando comprendía que mi nombre era una manera de hacer las cosas y no una cosa en sí. Cuando entendían que era una forma de definir y no algo que pudiera ser definido. Ahora mi nombre se define, se señala, se compra, se explota con fines comerciales y se usa de forma tan gratuita que cualquiera cree que conoce su significado sólo porque conoce su significante. En definitiva: Yo era aquello que trascendía, aquello que era más que las palabras, y me han convertido en una palabra más.

Así que dimito. Renuncio. Me voy. Me piro. Que se encargue otra de soportar el martirio de hipocresía y desesperación que supone tener mi nombre. Yo seré otra palabra, no sé cuál, cualquiera me vale salvo ésta. Quiero ser otra palabra porque me he dado cuenta de que ya no significo lo que creía significar.  

 

Si alguna vez vuelves a verme, ya no me llames Amor. Si alguna vez    me vuelves a ver, sólo dame un beso. Y no me olvides.    


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