Suicidio económico y social.

Sólo con mi mochila y unas hojas de papel. La escritura como terapia. Siempre preguntándome si aquello llegaría algún sitio. Quería desaparecer. Autodestruirme. Y que mejor que un suicidio económico y social. Done todas mis cosas a mis seres queridos y emprendi mi viaje. Sin saber nada. Pero tenía que hacerlo. Deshacerme del lastre de la domesticación que tanta energía me quitaba. Ahora quería tranquilidad. Paz. Que mi cuerpo me susurrara al oído lo que necesitaba en cada momento. Sólo tendría que preocuparme de que comer, donde dormir y como y donde lavarme. Nada más. El resto era todo postizo y efímero. Con los árboles como única compañía ignoraba que me depararia el futuro. Sin saber si quiera si iba haber alguno. Pero era lo que tenía que hacer. Quería que mi ego muriera y que la providencia me pusiera en el lugar al que pertenecía. Lugar que aún nunca había conocido.