CUANDO EL ESCRITOR VA A CONTRACORRIENTE

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Fue justamente a mediados de los años 80 cuando a Daniel Hernández después de haber

leído los mejores libros de todos los tiempos tanto nacionales como extranjeros le picó con

insistencia el gusanillo de ser escritor.

Así que tras conocer casualmente a un joven llamado Javier cuyo padre se movía en el

ámbitto literario pero con el que no se avenía en absoluto, y haberle confiado su inquietud

creativas, éste le facilitó una revista especializada sobre dicho tema con el propósito de que

con suerte pudiera publicar algún trabajo y así darse a conoceren en el medio.

De manera que Daniel Hernández se puso manos a la obra y escribió un relato de terror

psicológico que lo mandó a la redacción de aquella publicación, el cual gustó a los críticos

literarios, por lo que no tardó en ver la luz pública.

Como adivinará el amable lector nuestro hombre se sentía exultante, y llevado por la euforia

de aquella buena nueva se fue a visitar en su hogar a un pariente de cierta edad que cuando 

él iba al Instituto éste le había dado clases particulares, para enseñarle la historia que

había conseguido publicar. en la revista.

Mas se llevó una tremenda decepción. El pariente de Daniel, lejos de mostrar interés por

el escrito, y de felicitar a su antiguo alumno por aquel éxito cultural, echó una mirada

desdeñosa a lo que se le mostraba, y dejó a la revista como un papelucho sin ningún valor

encima de la mesa.

- ¿Cómo? ¿Es que no quieres leer mi relato? - le preguntó extrañado Daniel a su pariente.

- No. Ahora no. No tengo tiempo. Quizás otro día- le respondió secamente aquel hombre

El novel escritor regresó a su casa cabizbajo; sin entender la fría reacción de su pariente.

Entonces, cuando Daniel estuvo en su casa quiso compartir aquel acontecimiento con una

mujer que en aquel momento convivía con él y también le enseñó su escrito.

- ¡Ah! Tú escribes para darte autobombo ante los demás. Para hacerte el sabio, vamos- le

dijo ella despectivamente-. Pero con esto no te ganarás la vida. Aunque si quieres escribir

para tí, allá tu.

- Esto no es así. Yo escribo para que me lean; y trato de establecer un diálogo anímico,

racional entre el lector y yo. Es una forma de comunicarme con mi entorno - se explicó

Daniel molesto.

Ella enarcó las cejas con incredulidad.

- Pues yo creo que  tratas de hacer que los demás piensen como tú- le espetó la mujer con

hostilidad.

- ¡/De ninguna manera! Yo puedo escribir una idea, pero si no es compartida por el lector,

esto hace que él se autoafirme en su modo de pensar, y eso también es bueno. Anda, toma

y leeme si quieres, a ver si te gusta-le instó Daniel ofreciéndole la revista.

Pero ella la rechazó de un manotazo.

A pesar del vacío que le hicieron tanto sus amigos como sus familiares respecto a su afición

literaria, éste no se amilanó y siguió escribiendo para aquella publicación. Aunque de hecho

él con la gente más próxima había cometido una ingenuidad grande como una casa.

En efecto, Daniel que había esperado un cierto reconocimiento por su labor artística, no había

caído en la cuenta que no hacía tantos años que en su país se consideraba que el leer, y

sobre todo el escribir era una pérdida de tiempo. Y si la gente había ido a la Escuela, y muchos

estudiaban una Carrera era para tener un trabajo bien renumeradoy poca cosa más. Pues el

intelectual era un sofista, un charlatán, o un bohemio que no divertía a nadie.

A la indiferencia popular de la afición cultural de Daniel hubo que añadir la suspensión de la

revista en la que él colaboraba por problemas administrativos, por lo que el autor se sintió

perdido; razón por la cual éste se puso nuevamente en contacto con su amigo Javier con el

propósito de sí le podía facilitar otro canal literario. Pero como en aquel instante Javier

 también quería dar a conocer unos poemas que había escrito, y que su padre no le

quería ayudar, le propuso a Daniel de fundar su propia revista literaria que la llevarían entre

los dos.

Daniel estuvo de acuerdo, y puso un anuncio en un diario de su localidad solicitando

escritores que quisiesen colaborar en la nueva publicación, y recibió un sinfin de llamadas

de supuestos autores que deseaban entrar en la revista, muchos de los cuales eran

funcionarios del Ayuntamiento, y a todos se les citó un sábado por la tarde en la gran mansión

en la que vivía Javier.

Sin embargo no acudió nadie a la cita, por  lo que tampoco se pudo llevar a cabo aquel

proyecto;aunque más tarde Daniel utilizaría otras vías para lanzar sus escritos. Entretanto en

aquella tarde fallida Daniel pensó que había un abismo enorme entre lo que un individuo

proyecta idealmente y lo que se lleva a la práctica.

- Parece mentira que quienes decían apreciarme no quieran saber nada de mis escritos

- se quejó Daniel a su amigo bastante desilusionado.

- Te voy a contar una fábula - dijo Javier-. Había una vez una serpiente que perseguía a una

luciérnaga para matarla. Y cuando la tuvo acorralada contra una pared, ésta le preguntó:

"Por qué me persigues? ¿Es que acaso te he hecho algún daño?" "No" - respondió la

serpiente-. "¿Es que tienes hambre y me quieres devorar?" "Tampoco" "Entonces ¿por qué

me quieres matar?" "Porque brillas demasiado, y eso no lo puedo soportar"- dijo la serpiente

mientras se avalanzaba sobre la luciérnaga para comérsela.

Mucha gente sólo sabe usar un lenguaje que está en función de las cosas prácticas y cotidianas

pero no va más allá. En cambio nosotros con más o menos fortuna con nuestras palabras

tratamos de ahondar en el espíritu humano; cosa que no se sabe hacer, ni se quiere aprender.

Por tanto nosotros suscitamos en muchas personas el prejuicio; una envidia moral.

Y dicho aquello los dos amigoss salieron a la calle a dar un paseo.

 

 


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