Cuestión de alturas

Hoy me he despertado a las 11:00 de la mañana. Con los ojos depauperado y el cuerpo medio tieso. He subido la persiana de la habitación hasta arriba del todo, ha sido tan fuerte la bofetada de calor que entraba por el ventanal que, ha desaparecido el depauperar de mis ojos y, el cuerpo ha entrado en ligera rigidez. Después, he bajado al salón y he subido las otras persianas que dan a las terrazas, también hasta los topes, ya con la mosca detrás de la oreja, sabiendo la hostia de calor que me lleve anteriormente en la habitación. Esto de las persianas, sí la subo mucho o poco “siempre inconsciente” tiene mucho que ver con mis estados de ánimo, parece una nimiedad, pero es así. Por ejemplo, cuando las levanto hasta arriba del todo, mi estado de ánimo es mayor, de modo que cuando subo las persianas por la mitad, mi estado de ánimo es menor, y si subo la persiana un poquito, más o menos un palmo, mi estado de ánimo es muy bajo, y si me levanto y no abro las persianas, o sea en total oscuridad, ahí deja de existir los estados de ánimo y, entra en juego; el desamparo, el vacío, la decepción, la desilusión, en definitiva la muerte cerebral. ¿Cómo es posible, que me suceda esto? Pues no tengo ni idea, pero me pasa. De este asunto he estado hablando con otras personas, ninguna de estas personas le ocurre algo perecido. Supongo que será; una manía, una costumbre o un desequilibrio mental, o tal vez, una sensibilidad demasiado fina. Sea lo que sea, la relación de mis estados de ánimo con como de alto o bajo sea la posición de la persiana. Por un lado me alegra saber que voy a estar a tope cuando inconscientemente habrá la persiana hasta riba y, por otro lado me entristece saber que voy a tener días sin sabor. A lo mejor carezco de término medio, no lo sé. Me queda el consuelo de pensar que mi ser se manifiesta de manera clara.