LA ATALAYA
Por Adelina Gimeno Navarro
Enviado el 08/06/2017, clasificado en Amor / Románticos
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Desde su particular atalaya, apostado estaba Mario, y observaba a la bella mujer que el corazón le había robado. El apartamento daba justo enfrente del suyo, de ahí que supiese en todo momento lo que hacía la joven. Con quién convivía y las horas que podía encontrarla en casa. En varias ocasiones la vio por la ventana y a pesar de que las cortinas le impedían ver con claridad, se percataba que aquel muchacho, su novio, la abrazaba y besaba con pasión. Aquello que a duras penas podía distinguir lo enervaba, le sacaba de quicio y convertía su amor en odio hacía ellos dos. Aquella noche y después de haber cortejado a la muchacha durante unos días, ella le invitó a su casa, asegurando que no estaría solo, que invitaría a una amiga para que no se encontrara desplazado ya que ella tenía pareja. Mario al llegar a su casa olvidó lo que le había dicho, su interés era estar con ella y a poder ser, hacer aquel cambio de pareja que casi siempre puede ocurrir en las fiestas, si el alcohol y demás estimulantes hacen presencia en ellas. En unos minutos dejó lo que estaba haciendo y fue en su busca. No podía esperar más tiempo, debía de abandonar su puesto de vigía y correr a conquistar a la preciosa mujer que lo había enloquecido, hasta tal punto de no ver nada más allá de sus narices. Cuando su amiga abrió la puerta y lo dejo pasar, observo que la generosidad de la chica no tenía limites, pues no con una sola mujer lo había complacido, aunque la anfitriona comenzó las presentaciones, descubriendo que el muchacho de pelo corto que Mario veía desde su peculiar atalaya era Amanda su novia.
©Adelina GN
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