La energía que desprendemos

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Arcadio ya tenía una edad, pero su huerta fué la mejor obra que vimos en el pueblo: esos tomates gigantes y jugosos, esos pimientos verdes brillantes, esas lechugas hermosas, coliflores, repollos, zanahorias, cebollas, ajos, , puerros, todos tan lustrosos. Eran de llamar la atención. Un día nos dijo que se iva a la India, ha plantar para aquella gente necesitada. Nos dejó a nosotros su huerto, nosotros nos frotamos las manos, pero a medida que pasaba el tiempo ya no lucían tan bién las hortalizas, ellas notaron la ausencia de Arcadio y se volvieron vulgares, perdiendo su esplendor.


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