Pasan los días, pasan los meses. Los años todavía no. Dependiendo de la perspectiva que aplique, parece que la primavera se despide cuando justo ha empezado. Las temperaturas aumentan siguiendo su trayectoria temporal, esta vez con una inestabilidad que resulta curiosa. Y yo, aprovechando que hoy llueve, las calles se limpian y nos invade un frío que agrada solo a unos pocos, sigo aquí, disponiéndome a escribir algo. Me viene, en cuestión de segundos, un principio aunque desconozco cómo acabará esta plasmación de fuertes sentimientos.
Reconozco que me gustaría no recordarlo con exactitud, pero todo permanece firme en mi mente. Hace un año, un mes y diez días que nuestro "amor" llegó a la cima (tube que escalar como nadie, aunque me expusiera a un peligroso y tentador monte), y aún así sigues dentro de mi confusa y complicada cabeza. ¡Cuántos recuerdos! A veces quisiera encontrar un método para ordenarlos y evitar que unos escalofríos de incalculable calibre se apoderaran momentáneamente de mi cuerpo. En el fondo me gusta esa sensación, y aprovecho para darle gracias a Dios, al cielo, a alguien; a la fuerza, luz o lo que sea que sigue ahí arriba para proporcionarme ánimos y seguir con los días que están por venir. Realmente agradezco tener algo a lo que sostenerme cuando cierros los ojos y nos limitamos a soñar.
Suena una de mis cantantes preferidas, con uno de sus éxitos country que me ayudan a comprender por qué el mundo a veces es tan cruel, y consiguen que no me entretenga a buscar una alternativa o un plan B para el destino que nos ha tocado, si es que ha sido así. Me gustan las canciones como esta, porque me permiten adaptarme a los tristes ambientes que acompañan este montón de nubes y luciérnagas melancólicas que llegan al suelo con aspecto de precipitación. Pero (y por encima de todo), estas canciones son mis mejores aliados para combatir el cambio que has supuesto para mí después de todo este tiempo. Siempre he sido partidario de las melodías a piano, de echo creo que son la mejor terapia para todo tipo de catástrofes personales.
Hay una especie de voz dentro de mí que no es mi conciencia, aunque me regañe. Una esencia que me conoce mejor que nadie, y sabe que ahora mismo, el significado de estas palabras no tendría que estar basado en ti. Aún me pregunto cómo pasó, incluso cuando. ¿Cómo pude caer en una trampa que ni si quiera habías planeado utilizar? ¿Cuando perdí el mal carácter con el que llegué al mundo y decidí soportar tus altibajos? Si soy sincero, lo echo en falta. Sin ser masoquista, tengo muy a menudo un pequeño deseo de revivir todo un seguido de cosas que estoy seguro jamás olvidarás. Nuestros primeros saludos en el puerto, en esa superficie de madera que nos unió y que dan inicio al Paseo Marítimo. ¿Cuántas veces habremos paseado por esa zona en invierno, sin dar importancia al extremado frío que hacía y que nos cortaba los labios? Recuerdo como te subías encima mío, con la seguridad de que yo avanzaría y no podría resistirme a tu cariño. También que no sabíamos qué hacer con nuestras tardes de enero y acudíamos a nuestra cafetería más fiel. Daunis es un nombre que, sin duda alguna, ahora tiene una connotación amorosa para mí, y tú eres su origen. Recuerdo con detalle las tardes que pasábamos en casa, esta vez calentitos, con mantas en el sofá. No te importaba qué programa o serie ver, y la verdad es que a mí tampoco: mientras permaneciera a tu lado estaba seguro de que sería un acontecimiento que recordar. Te enfadabas mandándome indirectas fácilmente interpretables. Las despedidas en los lugares más escondidos del centro del pueblo donde vivimos no tenían precio. Quizás siempre había alguien que tenía que ganárselas, pero los dos volvíamos contentos a nuestras viviendas. Guardo, como todas estas experiencias, un libro repleto de muchas más en el baúl que supone mi capacidad memorística.
La realidad a veces se convierte en algo realmente decepcionante. Es cierto que hay muchas cosas que no echo en falta de aquél tipo de relación que nunca acabó formalizándose como tal. Las terceras personas (actuales o ya olvidadas), los bajones emocionales y repentinos, las conversaciones con una despedida mediocre y otro gran abanico de tropezones negativos pasaron hace tiempo a formar parte del montón de cosas que no importan, que han desaparecido.
Sigo archivando que dejaste de estar, tengo en mente que ahora tampoco estás. Entre toda mi existencia transformada en papeleo, seguirá archivada la leyenda en que nos convertimos y el trágico final con el que decidiste acabar esta historia. Han pasado ya unas doce canciones, y en la que suena ahora mismo, acabo de oir que caemos en el amor hasta que duele, incluso hasta que sangra. Otra me ha recordado hace un rato que nuestros amores acostumbran a ser rojos, grises...a conjunto con el tipo de experiencia que haya supuesto. Yo todavía no he encontrado un color, una poesía o un grito que exprese este "no sé qué" por el que me he desvivido en tantas ocasiones. Acostumbro a ser una persona que jamás se queda con las manos vacías. Por el momento sé que tú ya no estás.
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