Las Nieblas de Avalón: La Dama del Lago (I)

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A DIFERENCIA DE MI ESPADA, TENGO NOMBRE. ME LLAMO ARTURO PENDRAGON, MAS CONOCIDO COMO EL REY PEREGRINO. Y ESTE NO ES EL PRIMERO NI EL ÚLTIMO DE LOS EPISODIOS DE MIS CRÓNICAS: LAS NIEBLAS DE AVALÓN.

        - Como un halcón....

       Arturo se removía inquieto mientras dormía al raso bajo un tupido manto de ramas de almendros en flor. Comenzaba a amanecer mientras Merlín en su forma de halcón peregrino sobrevolaba el hermoso paisaje de primavera al tiempo que la niebla iba despejándose.

       En su sueño, el Rey Peregrino revivía sus años de infancia, cuando su padre, Uther Pendragón, le instruía en el arte de la esgrima. Los dos contrincantes, padre e hijo, dibujaban un peligroso baile de aceros brillando a la luz del mediodía. Arturo, en su sueño, podía oír como su progenitor tronaba con voz afilada y llena de salvaje alegría.

       - ¡Muy bien, Arturo! ¡Eso es! ¡Que tu espada caiga sobre tu adversario como las garras de un halcón, surcando el aire a toda velocidad!

       Repentinamente, la escena del sueño cambió y Arturo se vio a sí mismo, con aspecto adolescente en la sala del trono paterno mientras el Rey Uther caminaba a su lado mostrándola su espada a la luz del crepúsculo que entraba en las sala a través de unos altos y amplios ventanales.

      - Algún día, hijo mío, heredarás el trono y esta espada, la Espada del Rey, será tuya. Ten siempre muy presente en esos días futuros algo muy importante, Arturo, que esta espada no caiga nunca en manos del Mal.

      El escenario onírico mudó otra vez sin previo aviso, y el Rey Peregrino se encontraba ahora en compañía de una extraña mujer, rodeado del frondoso follaje de un oscuro y siniestro bosque iluminado mágicamente por la luna llena.

      - Hola, Arturo, ¿te acuerdas de mí? 

      Arturo, con el aspecto actual de joven caballero, miraba cautivo a la hermosa y terriblemente bella mujer, no pudiendo apartar sus ojos de los de ella. Esta era de negra cabellera y pálida piel, sus ojos verdes y brillantes estaban iluminados por una luz de destellos dorados.

      - ¿No sabes quién soy, verdad, Pendragón? Una risa suave y llena de odio surgió de su boca que dibujaba una cruel sonrisa. ¿Te acuerdas, acaso, del nombre de tu espada?

      Arturo contempló su arma envainada y notó sorprendido como la sombra de un recuerdo se abría paso lentamente en su memoria. Pensó....-¿El nombre mi espada? Mi espada no tiene nombre, pero, ahora que lo pienso,....Sin darse cuenta apenas, sus labios comenzaron a susurrar hipnóticamente:

       -....E...EEx...

       -Dilo, joven Arturo, no tengas miedo, yo te ayudaré a recordar. Exca....

       -Exxcaaa...

       -Dilo, Rey Peregrino, pronuncia el nombre de tu espada Sin Nombre.  

       -Excaal...

       Como un rayo de una tormenta repentina, Arturo despertó bruscamente de su sueño sintiendo un lacerante dolor en su muñeca izquierda, mientras un trueno estallaba en sus oídos.

       - ¡ARTURO, NO!

       -¡Merlín!- exclamó el joven mirando con incredulidad al despertar su herida, que el halcón le había causado.

       El druida miraba fijamente a Arturo a los ojos con mirada fría como la muerte.- Estabas hablando en sueños. ¿Recuerdas algo de lo que estabas soñando?

       El Rey Peregrino miraba alrededor con ojos espantados.

       -¿Soñando? Ni siquiera recuerdo haberme dormido, me tumbe a descansar bajo los almendros y...., lo siento, Merlín.

       En los ojos de fulgurante ébano del halcón brillaba una enigmática y preocupada mirada.

       - Morgana....,-Pensó.

 

 

       -Morgana llegó en sueños a Arturo esta mañana, Loreto-Dijo Merlín el halcón a la Ultima Sirena mientras esta paseaba por la orilla del mar sosteniéndole en su brazo derecho. Ambos, druida e inmortal se hallaban en una recóndita y pequeña playa al pie de unos acantilados no muy lejos del bosque de cerezos. El sol estaba ya a la altura del mediodía, haciendo brillar con suaves y profundos destellos la larga cabellera, los bellos ropajes y la tersa piel de Lorelei, así como los ojos y el plumaje del halcón. Las olas acariciaban entre susurros las doradas arenas de la playa, borrando las leves huellas de los pies de la sirena.

       -Creía que Arturo estaba fuera del alcance de esa maldita hechicera ¿Que puede Morgana querer del Rey Peregrino para arriesgarse a penetrar, aunque sea a través del mundo de los sueños en las Nieblas de Avalón?

       -Estuvo a punto de conseguir que Arturo pronunciase el nombre de la Espada del Rey ¿Te das cuenta, Lorelei, de lo peligroso que podía haber sido eso?

       El bello y sereno rostro de edad indefinible de la Ultima Sirena se ensombreció.

      -Así que es eso lo que pretende Morgana. Busca el poder de la espada Sin Nombre. Tendremos que estar muy alerta, Merlín. Y ahora, viejo amigo, vuelve al lado del Rey Peregrino y no apartes tus ojos de halcón de él ni por un instante.

       Merlín alzó el vuelo hacia los acantilados dejando a la Guardiana de las Nieblas de Avalón en pie a la orilla del mar. Su alta y hermosa figura se desvaneció lentamente en la brisa marina mientras contemplaba el lejano horizonte sumida en insondables pensamientos.


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