Tanto fue el picor en el ojo, tanta la duda, que hundí el dedo y lo saqué.
Con el ojo en la mano miré por detrás, hacia abajo, hacia arriba, miré al frente.
Era mentira, el ángulo de visión no me hizo más criterioso.
Me dijeron que sería mejor si me miraba hacia adentro, me tragué el ojo.
Era mentira, mi interior es como el de una vaca en la carnicería.
Leí que la ciencia es respecto al alma lo que la luz a los ojos.
Era mentira, puse el ojo entre las hojas de un libro y no sentí nada en el alma.
Escuché que no se puede ver a Dios sino con el ojo inundado de lágrimas.
Era mentira, junté todas las lágrimas de la familia y no vi a Dios.
El ojo que tú ves no es ojo porque tú lo veas, sino porque él te ve.
Era mentira, delante de un espejo puse mi ojo, me miré y me asusté.
Oí que el ojo del amo engorda el ganado.
Era mentira, le di de comer mi ojo a un caballo y tuerto estoy para siempre.
Conclusión, no os saquéis los ojos, que se lo comen los caballos.
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