No había mañana aun, cuando con mucho cuidado ordenó los hilos
Uno a uno, color por color, grosor por grosor, quedaron sobre la piedra distribuidos. Preparó el rollo de la urdimbre y fue colocando cada hilo en su lugar. Debía ser preciso, solo una vez podría hacerlo.
No había sol aun, cuando montó las lisas en el cuadro y el plegador al final.
Enrolló los hilos en orden para que el tejido fuese fuerte y flexible. Distribuyó el grosor para que ello se cumpliera y no fallara en el momento de tejer. Debía ser preciso, solo esta vez lo haría.
La luna no plateaba ninguna noche, porque noche no había aun.
Enhebró cada lisa de acuerdo al cuadro que le correspondía. Anudó el hilo al plegador y lo trabó dando tensión adecuada. Preparó la espada alisándola con cera, luego la bobina con el hilo de la trama. Debía ser cuidadoso porque solo un tejido haría.
El cisne no navegaba por el lago aun, porque el lago era solo un sueño.
Tensó el rollo plegador una vez más, la cala se abrió, puso la espada y el bastón de arrastre. Hizo la primera pasada y con el peine ajustó contra el rollo de la urdimbre, cambió la posición de las lisas, realizó la segunda pasada, prensó con el bastón de arrastre y peinó ajustando la trama. Tejió por largo tiempo. Debía ser exacto en la cantidad de pasadas, solo este saldría de sus manos.
Una luz a lo lejos se vio brillar, la creación daba comienzo.
Terminó de hacer la trama. Anudó los extremos. Peinó por última vez la trama contra la urdimbre. Fue cortando uno a uno los hilos del rollo lateral. Hizo lo mismo con los que estaban en el rollo plegador. Extendió sobre la piedra la pieza terminada. La expuso al primer sol y a la primera luna. Fue vista por todos ellos y dieron su conformidad. Había sido detallista en el tejido, nada quedaba al azar, todo medido y controlado, cada hebra con un fin, cada pasada con un destino.
El primer ser humano pisó la tierra, su tejido lucía hermoso, Él estuvo orgulloso.
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